Hoy se inicia mi nuevo curso, y
comienzo con la vieja cartera de pana cosida por mi madre de un retal que le
sobró de coserle los calzones a mi padre, llena de esperanzas, nuevos proyectos
y retos.
El segundo, el jueves 14 de
septiembre, sentarme en el Salón Alfonso el Magnánimo del Museo de la
Beneficencia, para participar en una tertulia sobre la mujer en los primeros
años de la República, reto muy importante para este hijo de la tierra que
estará al lado de Cristina Escamilla Robla, psicóloga, criminóloga y profesora
de universidad. Con Antonio Andújar
Castro, psicólogo, profesor y escritor. Mi muy querida y admirada María Nieves
Michavila Gómez, investigadora, escritora, licenciada en informática y alguna
cosa más.
Y yo con estos pelos, más de campo
que los ababoles, que terminé cambiando los dientes subiendo maletas en un
hotel y carretillas de hormigón en la obra, sin más licenciatura que mi
cabezonería e inconsciencia, que me da fuerzas para enfrentarme en cada
instante de mi vida al reto de saltar los charcos como cuando tenía siete años,
sin miedo al ridículo ni a caerme en el charco y empaparme de barro.
Pero también llegó con muchas
esperanzas, en junio participé en un importante premio literario con mi novela
"Magdalenas sin azúcar", no gané, pero la editorial
organizadora se puso en contacto conmigo y me dijo que mi novela había quedado
en la "repesca" con posibilidades
de ser publicada, además de interesarse por “Los manuscritos de Teresa Panza”.
Lo cual me llena de orgullo, y dice mucho tanto de “Los manuscritos de Teresa Panza”,
como de “Magdalenas sin azúcar” de esa novela escrita con tanto cariño.
Hay también, otras esperanzas que
pueden llegar, o no, del otro lado del Atlántico, que si no naufragan en el
camino en su momento diré.
Además, tengo pendiente de
publicación mi libro de relatos tradicionales manchegos, “Aroma a espliego con esencia de
azafrán”.
En fin, que comienzo este nuevo
curso con esa vieja cartera de niño campesino que cosió mi madre, repleta, y
como todo estudiante, dispuesto a aprender de cada palabra que pronuncien o
escriban mis muchos maestros.
También, no podía ser menos,
sabiendo el poder de las palabras, dispuesto a seguir utilizándolas como arma
contra la injusticia y la tiranía, al lado de quienes sufren la soberbia de
aquellos que dicen que España va bien mientras pisan las tripas del pueblo.
Porque yo, al igual que Federico García Lorca, sin estar afiliado a ningún
partido, soy del partido de los pobres y en la bandera de la Libertad bordé el
amor más grande de mi vida.
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