jueves, 11 de noviembre de 2021

El zorro al cuidado del gallinero y el lobo de guardián del rebaño

 

Arnaldo o el zorro al cuidado del gallinero y el lobo de guardián del rebaño

Poco antes de la hora de cenar entró don Quijote en casa de Sancho con cara de pícaro. Sancho al verlo torció el gesto pensando: «si me dices de volver a las andadas, ni borracho».  No obstante, no era esa la intención de la visita del caballero, que tras las buenas noches le espetó a su antiguo escudero:

—Sancho, amigo mío, ¿conoces a Zacarías, el pastor? —Preguntó don Quijote mirando por el rabillo del ojo a Sancho.

—¿No lo he de conocer, si es primo mío? —Contestó Sancho, un tanto perplejo, ante lo absurda que le parecía la pregunta.

—¿Y a Arnaldo Hurtador, lo conoces? —Preguntó, ahora con malicia el caballero.

—Ni me lo miente vuestra merced. Borracho, usurero y ladrón como el que más. Si no está en galeras es porque está protegido por el aún más ladrón y sinvergüenza del corregidor. Precisamente a mi primo le ha robado varias ovejas, y a mí los mejores racimos de mis viñas…

—¿Sabrás que Zacarías es edil del concejo?

—Sí, claro, pero para lo que le sirve. Es honrado y se lleva las tortas que se debería llevar el corregidor…, ¿pero a dónde quiere ir a parar vuestra merced? No me cuadra la casquera que trae vuestra merced sobre mi primo y el tal Arnaldo.

—Ahora te va a cuadrar. El concejo tiene que renovar a los alguaciles, porque los actuales no pueden seguir por ser prevaricadores y cortabolsas que abusan de su puesto para transgredir leyes y apropiarse de haciendas ajenas a cambios de favores…

—Claro, claro, hace ya más de tres años que se sabe y que se lleva diciendo que deberían ser cesados por contravenir las leyes de la Santa Hermandad…

—Amigo Sancho ¿Tú pondrías a Arnaldo de alguacil de la Santa Hermandad?

—Ni borracho. Sería como poner al zorro a cuidar del gallinero o al lobo el rebaño… Si Arnaldo avergüenza hasta a las personas honradas de la cuerda del corregidor.  Hay leales al filimincias del

Corregidor que sin ser honrados lo parecen. No sé qué busca proponiendo a ese delincuente…

—Que queden mal los miembros honrados del concejo y se acusen mutuamente de haber puesto a un zorro a cuidar el gallinero.

—Pero si quien lo propone es el corregidor…

— Pero lo aprueban los representantes de los pastores y de los agricultores, se convierten en cómplices.

—Eso es imposible, ni mi primo Zacarías, ni el bueno de Santos, permitirán tal felonía. No sé cómo es capaz vuestra merced de cavilar tales maldades.

—¿Me creerías si te dijera que me lo acaba de decir el señor bachiller don Sansón Carrasco? ¿Tu primo Zacarías, Santos y  el carpintero Dimas, siendo honrados han llegado a un trato con el corregidor para renovar los alguaciles corruptos de la Santa Hermandad colocando a Arnaldo Hurtador de alguacil?

—Por supuesto que no puedo creer tal cosa.  Mi primo es persona honrada y los otros dos iguales, gracias a ellos sabemos que los alguaciles están podridos. Por eso llevan tres años peleándose con el marqués y el corregidor para cambiar los alguaciles de la Santa Hermandad. Jamás llegarían a un trato con un delincuente para poner a un ladrón a impartir justicia. Ni tapándose la nariz harían tal cosa. Si el corregidor y el marqués no han renovado los alguaciles es porque tienen mucha ciénaga podrida bajo las alfombras de sus palacios. Me ofende vuestra merced solo con insinuarlo, además tiene mayoría, son tres votos contra dos…

—Pues ese es el acuerdo al que han llegado el sinvergüenza del corregidor y el honrado de tu primo…

—No me creo tal cosa, como no me lo diga él, hasta de la palabra de vuestra merced, que nunca miente, dudo. Si eso pasa dejo de beber vino durante un año con sus doce meses, mire si lo tengo claro.

—Pues ya veremos, amigo Sancho, mañana lo que pasa. Más vale que te emborraches esta noche, que como cumplas tu palabra, a partir de mañana verás las cosas más claras que el agua, que ahora ni catas, y que has de beber durante un año.

—Ninguna persona honrada puede con su voto que un delincuente imparta justicia, por mucho que  lo proponga el corregidor y lo avale el marqués. Serían cómplices. Todas las personas decentes se enojarían, ¿no lo ve usted así?

— Así lo veo yo. Pero también veo que cuando sale el sinvergüenza del corregidor a la calle, son más quienes inclinan la cerviz y le besan la mano, que quienes le dicen lo que piensan de él…

— Eso es verdad, y cuando viene el señor marqués de Mangomás, el mayor de los ladrones, todos salen a la calle a gritar ¡Viva el marqués de Mangomás! Pero de eso a votar a un ladrón para que robe más…

— Mañana Zacarías y Santos se tragarán el sapo putrefacto con pellejo incluido y pasado mañana el vino se te volverá vinagre por no beberlo...

—¡Voto a Rus! Eso no ha de pasar. A mi primo, a Santos y a Dimas les sobra dignidad para plegarse a semejante felonía.

—Sí, lo que tú digas, y no te falta razón. O tragan sapo o tragan sapo y encima quedan como indignos por permitir tal cosa, que los ladrones sigan imponiendo su voluntad a pesar de tener ellos mayoría.  Así que tú, amigo Sancho, a beber agua y a dejar que Arnaldo Hurtador, te siga robando las uvas, pero ahora como autoridad competente. Claro, que como vas a estar un año sin probar el vino, tampoco te debería de importar…

—Los sapos no se tragan ni con hambre de semanas, así que ya veremos…

—Amigo Sancho, visto está.

©Paco Arenas a 11 de noviembre de 2021- Día Nacional de la Indignidad

 

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