miércoles, 13 de marzo de 2019

«MAGDALENAS SIN AZÚCAR» Reseña de Santiago Sánchez Calle (Profesor de Historia Moderna y Contemporánea)


                                          


Son muchas las reseñas que en casi un año ha recibido «Magdalenas sin azúcar», todas en el mismo sentido, lo cual, aunque a mi me esté mal decirlo «me llena de orgullo y satisfacción». Todas y cada una me han alegrado el día. Esta en particular la esperaba con ansiedad, conozco a Santiago Sánchez, ya muchos años. Es un hombre sabio, con el cual disfruto de la conversación, sobre todo como oyente. Santiago Sánchez es un erudito, un enamorado de la historia, experto en el mundo árabe, pero también en la historia española y universal, un saco de de conocimientos que no tiene fin y que siempre sorprende, cual mago que con su varita mágica saca continuamente conejos de su chistera.Creo, que esta reseña es la más larga con diferencia que nunca se ha escrito sobre Magdalenas sin azúcar, la más exhaustiva de todas. Me ha emocionado, especialmente el final.
Muchas gracias Santiago 

Puedes leer los primeros capítulos de la novela Magdalenas sin azúcar AQUÍ

«MAGDALENAS SIN AZÚCAR»

                                        DE PACO ARENAS


De los tres trabajos literarios publicados por Paco Arenas que han llegado a mis manos y que he leído, - «Los manuscritos de Teresa Panza», «Caricias rotas» y «Magdalenas sin azúcar»- es esta última en la que se nota una mayor maduración literaria, más trabajada, una mejor estructuración de la trama y una consolidación de su estilo.

   «Magdalenas sin azúcar» se encuadra en el género literario de novela de posguerra, de la guerra (in)civil española.

   Es un tipo de novela «testimonio» de la dura realidad, de estilo directo. Nos atrapa desde el primer momento y mantiene su interés, pese a la dureza del relato, hasta el final. Es, por tanto, un trasunto de la vida española de la posguerra, y principalmente se detiene en la difícil -a veces imposible- vida del vencido en la dos primeras décadas posteriores a la guerra (in)civil española.
   Los manuales de literatura, al referirse a la narrativa de esta época, nos hablan de la novela existencial de 1.940 y social en la década de 1.950 y dentro del realismo social.

   Nos explicaba el profesor José García López, en su «Historia de la literatura española» (págs 732-733), que la novela existencial de 1.940 es el impulso inicial de los escritores de esta generación que acaban de sufrir la terrible experiencia de la guerra, es el abordar la cruda realidad sin subterfugios esteticistas ni convencionalismos sedantes.

   Y la novela del realismo social pondrá todo su empeño en quedar reducida a un simple «testimonio» de la realidad, limpio de notas afectivas...[...] de lo psicológico y existencial se pasa ahora a la escueta descripción de las características sociales, con finalidad claramente ética, como obedeciendo a un programa de frío y, por lo mismo, eficaz realismo. El lenguaje se orienta...[...] hacia las formas de lo familiar y coloquial […] con abundancia de diálogo...
   Pues bien, parece como si Paco Arenas hubiese tenido en cuenta lo que afirma el profesor García López a la hora de escribir su novela.

   Pero Paco Arenas no conoció la guerra, y de la posguerra, nació, creo hacia el final de  la segunda década de la posguerra -años cincuenta-, tal vez por eso no me ha extrañado que no haga alusión a las “Cartillas de Racionamiento” (de los «años del hambre») que yo, que nací cuando aún no habían pasado tres años y medio del fin de la guerra, sí conocí; así como la fila de hombres y mujeres ante el «Auxilio Social» para recibir comida

   El autor nos describe ambientes  y personas, de vidas de persecución, de miedo, de acoso, de cárcel, de violencia, de humillación, de zozobra, de inquietud, de sospecha, de desconfianza, de vigilancia, de incertidumbre, de exclusión, de iniquidad, de hambre, de desgarro, de miseria, de migración, de exilio y, sí, también de magdalenas sin azúcar. La exaltación fanática y autoritaria de la victoria es constante y machacona y se adoctrina en ello desde la escuela, para que no se le olvide al derrotado quién es.

   También describe a unos tipos humanos brumosos, injustos, crueles, hipócritas, rencorosos, carentes de la generosidad que debe tener el vencedor y donde el odio se impone por doquier.

   Hubo personas del ámbito de los vencedores que intentaban tímidos acercamientos hacia algún vencido, pero era arriesgado y peligroso, pues podía ser señalado, podía tener problemas si tenía contacto con algún vencido, (con quien había que hablar en voz queda) había que andar con tiento, era un apestado que, por antonomasia era tildado de «rojo». Era como en el S. XVI, cuando un cristiano tenía trato o contacto o se relacionaba con alguien sospechoso de judaísmo, herejía o islamismo. El cristiano viejo o nuevo, podía terminar ante un temido Tribunal de la Santa Inquisición o Santo Oficio.
   La cosa más simple o nimia podía costar muy caro. Yo recuerdo que, cuando ya era funcionario y empecé a trabajar en la docencia (con envidiables 23 años; años sesenta), tuve un compañero ya mayor, -Roberto se llamaba- quien me explicó que él había estado depurado y expulsado del Magisterio y que hacía pocos años que lo habían reingresado. ¿Motivo de su expulsión? Me explicó que lo acusaron de leer, antes de la guerra, un periódico liberal (lerrouxista). «Leía el único periódico que llegaba al pueblo donde vivía» -me dijo. A mi compañero Roberto le costó caro la lectura.

   Paco Arenas ha tenido que usar más la memoria que la imaginación. La memoria, porque su relato es una plasmación a su vez de los diversos relatos que, sin duda, como todos los niños de la posguerra, escuchamos. Y Paco Arenas también escucharía de niño y de adolescente relatos de guerra y posguerra a sus familiares mayores, allegados, conocidos de confianza, amigos... El mismo autor así lo da a entender en su «Advertencia necesaria».
  Y la imaginación la ha utilizado para cuadrar el puzle y adjudicar a los personajes lo que verdaderamente acaeció a otros seres reales, para urdir la trama de su narración; no hay mucha ficción, son hechos reales ocurridos a distintas personas, en distintos lugares y en distintos momentos.

   Pero donde Paco Arenas pisa fuerte, con seguridad y firmeza, donde se encuentra cómodo, es en su relato y descripción del mundo rural; lo domina, lo conoce y lo especifica bien, con acierto y destreza. Conoce su vocabulario, su jerga, sus conversaciones cotidianas, sus usos y costumbres e, incluso, la psicología de sus habitantes, de forma que los lectores urbanitas o los jóvenes rurales tendrán que echar mano, más de una vez, del diccionario, ya sea digital o en papel.

   «Magdalenas sin azúcar» es un libro que deberían leer y tener presente, todos los jóvenes que alcanzan la mayoría de edad -estudiantes, trabajadores-, para que conozcan el pasado reciente de sus padres, abuelos o bisabuelos; que nada cae del cielo, excepto la lluvia, la nieve, el granizo o los rayos; que lo que tenemos, sí, con muchos defectos e imperfecciones, pero ha costado mucha lucha y mucho sacrificio, y a ellos les toca ahora no sólo mantenerlo, sino mejorarlo.
                                                                                                          
   Santiago Sánchez Calle (Profesor de Historia Moderna y Contemporánea)

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