Son muchas las reseñas que en casi un año ha recibido «Magdalenas sin azúcar», todas en el mismo sentido, lo cual, aunque a mi me esté mal decirlo «me llena de orgullo y satisfacción». Todas y cada una me han alegrado el día. Esta en particular la esperaba con ansiedad, conozco a Santiago Sánchez, ya muchos años. Es un hombre sabio, con el cual disfruto de la conversación, sobre todo como oyente. Santiago Sánchez es un erudito, un enamorado de la historia, experto en el mundo árabe, pero también en la historia española y universal, un saco de de conocimientos que no tiene fin y que siempre sorprende, cual mago que con su varita mágica saca continuamente conejos de su chistera.Creo, que esta reseña es la más larga con diferencia que nunca se ha escrito sobre Magdalenas sin azúcar, la más exhaustiva de todas. Me ha emocionado, especialmente el final.
Muchas gracias Santiago
«MAGDALENAS SIN AZÚCAR»
DE PACO ARENAS
De los tres trabajos literarios publicados por Paco
Arenas que han llegado a mis manos y que he leído, - «Los manuscritos de Teresa
Panza», «Caricias rotas» y «Magdalenas sin azúcar»- es esta última en la que se
nota una mayor maduración literaria, más trabajada, una mejor estructuración de
la trama y una consolidación de su estilo.
«Magdalenas sin
azúcar» se encuadra en el género literario de novela de posguerra, de la guerra
(in)civil española.
Es un tipo de
novela «testimonio» de la dura realidad, de estilo directo. Nos atrapa desde el
primer momento y mantiene su interés, pese a la dureza del relato, hasta el
final. Es, por tanto, un trasunto de la vida española de la posguerra, y
principalmente se detiene en la difícil -a veces imposible- vida del vencido en
la dos primeras décadas posteriores a la guerra (in)civil española.
Los manuales de
literatura, al referirse a la narrativa de esta época, nos hablan de la novela
existencial de 1.940 y social en la década de 1.950 y dentro del realismo
social.
Nos explicaba el
profesor José García López, en su «Historia de la literatura española» (págs
732-733), que la novela existencial de 1.940 es el impulso inicial de los
escritores de esta generación que acaban de sufrir la terrible experiencia de
la guerra, es el abordar la cruda realidad sin subterfugios esteticistas ni
convencionalismos sedantes.
Y la novela del
realismo social pondrá todo su empeño en quedar reducida a un simple «testimonio»
de la realidad, limpio de notas afectivas...[...] de lo psicológico y
existencial se pasa ahora a la escueta descripción de las características
sociales, con finalidad claramente ética, como obedeciendo a un programa de
frío y, por lo mismo, eficaz realismo. El lenguaje se orienta...[...] hacia las
formas de lo familiar y coloquial […] con abundancia de diálogo...
Pues bien,
parece como si Paco Arenas hubiese tenido en cuenta lo que afirma el profesor
García López a la hora de escribir su novela.
Pero Paco Arenas
no conoció la guerra, y de la posguerra, nació, creo hacia el final de la segunda década de la posguerra -años
cincuenta-, tal vez por eso no me ha extrañado que no haga alusión a las
“Cartillas de Racionamiento” (de los «años del hambre») que yo, que nací cuando
aún no habían pasado tres años y medio del fin de la guerra, sí conocí; así
como la fila de hombres y mujeres ante el «Auxilio Social» para recibir comida
El autor nos
describe ambientes y personas, de vidas
de persecución, de miedo, de acoso, de cárcel, de violencia, de humillación, de
zozobra, de inquietud, de sospecha, de desconfianza, de vigilancia, de
incertidumbre, de exclusión, de iniquidad, de hambre, de desgarro, de miseria,
de migración, de exilio y, sí, también de magdalenas sin azúcar. La exaltación
fanática y autoritaria de la victoria es constante y machacona y se adoctrina
en ello desde la escuela, para que no se le olvide al derrotado quién es.
También describe
a unos tipos humanos brumosos, injustos, crueles, hipócritas, rencorosos,
carentes de la generosidad que debe tener el vencedor y donde el odio se impone
por doquier.
Hubo personas
del ámbito de los vencedores que intentaban tímidos acercamientos hacia algún
vencido, pero era arriesgado y peligroso, pues podía ser señalado, podía tener
problemas si tenía contacto con algún vencido, (con quien había que hablar en
voz queda) había que andar con tiento, era un apestado que, por antonomasia era
tildado de «rojo». Era como en el S. XVI, cuando un cristiano tenía trato o
contacto o se relacionaba con alguien sospechoso de judaísmo, herejía o
islamismo. El cristiano viejo o nuevo, podía terminar ante un temido Tribunal
de la Santa Inquisición o Santo Oficio.
La cosa más
simple o nimia podía costar muy caro. Yo recuerdo que, cuando ya era
funcionario y empecé a trabajar en la docencia (con envidiables 23 años; años
sesenta), tuve un compañero ya mayor, -Roberto se llamaba- quien me explicó que
él había estado depurado y expulsado del Magisterio y que hacía pocos años que
lo habían reingresado. ¿Motivo de su expulsión? Me explicó que lo acusaron de
leer, antes de la guerra, un periódico liberal (lerrouxista). «Leía el único
periódico que llegaba al pueblo donde vivía» -me dijo. A mi compañero Roberto
le costó caro la lectura.
Paco Arenas ha
tenido que usar más la memoria que la imaginación. La memoria, porque su relato
es una plasmación a su vez de los diversos relatos que, sin duda, como todos
los niños de la posguerra, escuchamos. Y Paco Arenas también escucharía de niño
y de adolescente relatos de guerra y posguerra a sus familiares mayores,
allegados, conocidos de confianza, amigos... El mismo autor así lo da a
entender en su «Advertencia necesaria».
Y la imaginación
la ha utilizado para cuadrar el puzle y adjudicar a los personajes lo que
verdaderamente acaeció a otros seres reales, para urdir la trama de su
narración; no hay mucha ficción, son hechos reales ocurridos a distintas
personas, en distintos lugares y en distintos momentos.
Pero donde Paco
Arenas pisa fuerte, con seguridad y firmeza, donde se encuentra cómodo, es en
su relato y descripción del mundo rural; lo domina, lo conoce y lo especifica
bien, con acierto y destreza. Conoce su vocabulario, su jerga, sus
conversaciones cotidianas, sus usos y costumbres e, incluso, la psicología de
sus habitantes, de forma que los lectores urbanitas o los jóvenes rurales
tendrán que echar mano, más de una vez, del diccionario, ya sea digital o en
papel.
«Magdalenas sin azúcar» es un libro que
deberían leer y tener presente, todos los jóvenes que alcanzan la mayoría de
edad -estudiantes, trabajadores-, para que conozcan el pasado reciente de sus
padres, abuelos o bisabuelos; que nada cae del cielo, excepto la lluvia, la
nieve, el granizo o los rayos; que lo que tenemos, sí, con muchos defectos e
imperfecciones, pero ha costado mucha lucha y mucho sacrificio, y a ellos les
toca ahora no sólo mantenerlo, sino mejorarlo.
Santiago Sánchez Calle (Profesor de Historia Moderna
y Contemporánea)
Puedes leer los primeros capítulos de la novela Magdalenas sin azúcar AQUÍ
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