Mi madre, como todas las mujeres
que sufrieron la posguerra, utilizó latas de membrillo, de Cola cao, de
galletas danesas o de jabón Myrurgia, para guardar hilos, fotos y mil cosas
más. Mi madre tenía predilección por una, de la que nunca gasto su contenido.
Una caja de jabón la Maja de Myrurgia. Aquella caja de jabón le acompañó toda
la vida. Yo nunca vi la caja llena de otra cosa que no fuese de hilos, botones
de mil formas y colores, corchetes y agujas; no obstante siempre supe su
contenido original.
Hubo un tiempo que estuvo llena
de pastillas de jabón, individuales, del tamaño de una onza de chocolate, rectangulares,
otras redondas y una alargada de mayor tamaño, un frasco de agua de colonia y
un pañuelo. Fue un regalo que recibió de su hermana Victoria. Fue casi veinte
años después de la guerra, cuando regresó a Pinarejo. Ya no se volvieron a ver.
Toda la familia de mi madre vivía
en Valencia, menos ella, que se quedó en Pinarejo. Mi abuelo, Felipe López,
dejó Pinarejo en 1934, para el comienzo de las obras del pantano de Alarcón,
para después marcharse a principios de 1936 al embalase de Contreras, ambos
embalses iniciados por la República y terminado durante la dictadura.
Posiblemente hubiesen regresado al pueblo de no ser por la guerra y posterior
encarcelamiento de mi abuelo Felipe, militante destacado de la UGT, en el penal
de Chinchilla de Monte–Aragón.
Mi madre tenía dos hermanas,
Victoria y Magdalena y un hermano, Auspicio. Parece ser que a la alegría del
reencuentro siguió alguna discusión, es la conclusión que he sacado yo, nunca
me lo dijo mi madre. Por entonces, mi padre soñaba con la lluvia de la
libertad, cuando vio que la dictadura amenazaba con perpetuarse, comenzó a
soñar con marcharse a la República Argentina, nunca llegó a hacerlo. Nunca
llegó a salir de su amada tierra manchega de Castilla. Nosotros sí, a los pocos
meses de su muerte nos marchamos a Ibiza
Cuando desde Ibiza, regresamos a
la península, a Valencia, conocí a mi familia valenciana, a quienes todavía
vivían, mis primos y tan sólo uno de mis tíos, Auspicio, que siguiendo la
tradición familiar de lucha por los derechos de la clase obrera estaba afiliado
al PCE, el único partido que se oponía con contundencia a la dictadura, el PCE.
Esa caja de jabón, siempre llena
de hilos, mi madre la llevo a todas partes, del mismo modo que las pastillas de
jabón y el agua de colonia y del pañuelo no me acuerdo, nunca los uso y siempre
colonia y jabón los tuvo bien a la vista, la caja siempre a su lado. Era como
tener siempre presente a esa hermana que marchó.
©Paco Arenas.
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