domingo, 26 de julio de 2020

Sancho, don Quijote y la herencia de la Casa Caída (Relato y fotos de casas en ruinas)



 Sancho, don Quijote y la herencia de la Casa Caída y fotos de casas en ruina

 Llegó don Quijote al corral donde Sancho se encontraba preparando el estiércol para echar en el majuelo. Sus movimientos lentos, hasta podrían decirse que contemplativos, pusieron en guardia al caballero. Tal era la abstracción de Sancho que ni tan siquiera se percató de la presencia de su amo.

—Buenos días nos dé Dios amigo Sancho…

—Buenos días tenga usted, ¿ha almorzado vuestra merced?

—La verdad es que no, pero aquí en el corral no es el mejor lugar…

—Pues vamos al patio, debajo de la parra, que bien fresco que se está, y tomamos una gótica de vinillo fresco y unas rebanadas de melón de mi bancal, que con esta calina no entra nada.

—Vamos pues.

—¿De dónde viene vuestra merced? ¿Ha hablado con el señor bachiller?

—Con él me crucé, pero antes estuve en tu casa y hablé con Teresa, y algo me preocupó la cuestión, y que tú te quieras conformar con una rebanada de melón para almorzar con los buenos chorizos que tienes en la orza, de mayor preocupación es…

—El vino, lo vendimio con mis manos, lo piso con mis pies, y una parte, sin hacer nada, se la lleva el marqués y otra el convento, los chorizos, crío los gorrinos, los doy al matarife, junto con mi ama y mis hijas, los pico y meto en las tripas, los cuelgo al humo a secar, y los meto en las orzas, y después sin que el marqués haga nada, de cada diez, al menos una orza le tengo que llevar, y la mejor y con mayor esmero preparada, y otra de diezmo al convento, a ellos les sobra vino y chorizos, sin dar un palo al agua, en mi casa, siempre falta…

—Es la vida, así fue desde el principio de los tiempos, pero eso es algo que forma parte de nuestra condición de siervos, y de vuestra condición de pecheros, yo como soy caballero…

—¡Acabáramos!, mas vamos a almorzar que con vino se digiere mejor los duelos y quebrantos —dijo Sancho clavando la horca en el montón de estiércol y dirigiéndose al pozo.  

Colocó un corcho con un trapo en uno de los pilones, echando la soga con el cubo al pozo, dándole un tirón del revés para que cayera boca abajo el pozal, comenzando a subirlo con presteza. Se quitó la camisa y se lavo concienzudamente de cintura para arriba.

—Vamos a almorzar don Alonso.

Ya sentados, con un buen porrón de vino, unas tajadas de tocino, pan, y una navaja cada uno, tras el primer trago de vino comenzó Sancho:

—Don Quijote, a ver mi amo si me aclara la cuestión...

—Dime, Sancho, amigo mío, ¿qué trajín traes en las alforjas de tu sesera que, según me dijo tu ama, no has pegado ojo en toda la noche y, según el bachiller Carrasco, andas como borrica en celo sin serón que la proteja ni pollino que la monte?

—Mi ama sabe que yo duermo como un lirón, sobre todo después del ayuntamiento, que, aunque no viene al caso, soy fiel cumplidor de amar a mi mujer siempre que tenga ocasión…

—No es preciso que entres en detalles, amigo mío. Creo que algo tiene que ver la cuestión con lo dicho por el bachiller Carrasco, que no dando su brazo as torcer, me ha dicho que algo de razón debías de tener, siendo el bachiller y tú un iletrado…

—¿Eso le ha dicho?

—Bueno, no lo va a reconocer, pero la mosca detrás de la oreja le va zumbando, pero claro, él aspira a trabajar para el señor marqués…

—Claro, por eso no da su brazo a torcer…

—Eso debe ser. ¡Beba vuestra merced!

—Dime pues qué te pasa, amigo mío. Bueno este vino.

—De la última arroba que me queda, que, siendo agosto, no comenzó la vendimia, y como el viejo marqués exigió dos en lugar de una, y el nuevo, habiendo dado dos, me obligó a una más, entre los dos, dos arrobas me faltan en mi tinaja, las que me faltan para beber vino hasta que el mosto fermente…

—Di que fueron tres…, pero, dime, vamos al asunto.

— Es cuestión delicada, con el bachiller me atrevo, vos me merecéis más respeto —dijo Sancho mirando a don Quijote, buscando la aprobación con la mirada —. Siendo, que es sabido, que vos decíais ser leal al antiguo marqués de la Casa Caída. Temo ofender su susceptibilidad...

—Cierto, era, fui ser fiel vasallo del viejo marqués, hasta que supe que era un ladrón que robaba al pueblo, en provecho propio... Para mí, ese bribón, ya no me merece ningún respeto. Pregunta sin miedo, Sancho, amigo mío.

—Por si acaso lo digo, que era ladrón todos los sabíamos, y desde el cura al bachiller, pasando por el barbero y vuestra propia merced, lo defendían a capa y espada, como si fuera honrado...

—La presunción de inocencia, Sancho, amigo...

—¡Copón en Dios!  —Protestó Sancho —. Si todos los sabíamos sobradamente, no me fastidie vuestra merced.

—La verdad es que todos sabemos que tanto el marqués viejo era un ladrón, y que el nuevo no era ajeno, ni es a sus tejemanejes —reconoció don Quijote.

—Y cuando los pecheros lo decíamos, ¿qué ocurría? Hasta que no les ha tocado los cuartos a los caballeros…

—¡Hombre!  Anda bebe que no se te atragante la corteza del tocino —dijo riendo y empujando el porrón a Sancho, don Quijote.

—Por culpable me tuvo el barbero, que con la navaja casi me rebana el pescuezo, cuando hace diez años le comenté lo que en el Tomelloso escuché. Eso que ya le dije a vuestra merced, que era y fue un ladrón, como su padre y su abuelo. No eran sospechas, sino realidades. ¿Se acuerda? Vuestra merced, no me atravesó con la lanza, pero me dio con la adarga, que buenos chichones me hizo en la cabeza, que de haber sido torta de manteca no le habrían faltado chicharrones...

—Ya te digo, que de ese bellaco me puedes preguntar qué sin enojo te he de responder y te pido disculpas, no por haber defendido a un ladrón, sino a dos.

—Con estos oídos escuché al nuevo marqués de la Casa Caída, que renunciaba a la herencia de su padre, pero se quedaba con mi dos arrobas de vino entregadas al mismo, y exigía una tercera para su consumo propio, además de dos fanegas de trigo más, por eso de borrón y cuenta nueva, pero pagando como siempre «poca ropa»

—Sancho, así lo dijo, que yo también lo escuché...

—Pero se queda con su título, lo cual implica quedarse con sus pertenencias, sus palacios, además de lo robado por el padre…

—Tonto no es, pero nos toma por tontos. En la Casa Caída se rigen por la presunta legitimidad de la sangre. El nuevo marqués quiere toda la herencia, pero dice abominar de ella de cara a la galería, mintiendo, para engañar a sus vasallos, los cuales, los más cobardes o serviles, quieren ser engañados por miedo a lo desconocido, aunque lo conocido peor no pueda ser, y lo mejor que puede ocurrir en estas tierras es que desaparezca el marquesado…

—¿Entonces?

—El nuevo marqués tiene la pretensión de poner una frontera imaginaria entre el ladrón de su padre y el que es él, pero quedándose con lo robado y heredado, mediante venta falsa, con complicidades varias, escríbanos a sueldo, bachilleres ciegos, fariseos de medio pelo, nobles de palanca y borrachera, barones de vasallaje incierto…

—¿Entonces? Mi amo, ¿Qué ocurrirá?  Si el nuevo marqués es tan ladrón como el viejo, si ningún juez puede investigar ni al nuevo ni al viejo, si al final nos seguirán robando, nosotros pasándolas canutas y ellos viviendo a cuerpo de rey…¿Qué pasará?

—Lo de siempre. harán el paripé. Fingirá como que renuncia, sin renunciar, como que echa a su padre de su casa, aparentará desprecios, pero todo seguirá igual, y como al señor marqués, tanto al nuevo como al viejo, no se le puede investigar, porque así lo dicen las leyes del reino. El marqués y sus descendientes, seguirán robando, los sumisos vasallos seguirán pagando son rechistar y, puede que algunos como a ti, te dé por pensar y a mí por darte la razón y eso, eso será peligroso para nosotros, porque el bachiller, por querer entrar defenderá los ladrones, el barbero, por afeitar las barbas del marqués y recibir prebendas por ello, estará dispuesto a rebanarte el cuello, si pones en duda la honorabilidad de los ladrones que a él le pagan, y otros, por tener contentos a sus amos, también callarán, y a quien piense o hable a galeras a remar…

—Mi amo, don Quijote, no me diga vuestra merced que por decir la verdad y pensar en justicia nos mandarán a remar a galeras...

— Depende del número de Sanchos y Quijotes que les dé por pensar y actuar, si somos muchos, al señor marqués y al ladrón de su padre, será a quien mandemos a galeras a remar…

—¿Y si somos pocos? Porque todos somos quienes sabemos que el Solar de la Casa Caída, siempre ha sido una casa de ladrones.

—¿Si somos pocos? Nosotros seremos los condenados y los ladrones, como todos sus ancestros, seguirán robando hasta con la bendición papal...

Y mientras estas conversaciones tenían don Quijote y Sancho:

Los marqueses de la Casa Caída, viejo y nuevo, se daban un gran banquete, riéndose de la estupidez de sus vasallos. Los cuales en las fachadas de sus casas pintaban banderas o colocaban pendones en honor a sus señores, mientras se les hundían los tejados de sus casas haciendo honor a sus amos con sus casas caídas.


©Paco Arenas, autor de Magdalenas sin azúcar. Novela recomendada por catedráticos de literatura e historia. 


A continuación casas en ruina de distintos lugares de las provincias de Cuenca y Albacete:






















Casa en Aýna
  

Y por último, aunque restaurado, la mayor ruina de España ¿Cuál?

2 comentarios:

  1. Se dice que el viejo marqués soltó prebendas a la garduña sevillana del conocido malandrin Al Bascal para que defendiera su honor. Se dice que los Leguleyos Cristianos deninciaron ante la Inquisición a los que pedían justicia por los desmanes del Marquesado.
    Al buen Alonso Quijano lo declararon loco y le arrebataron parte de la hacienda. Alonso se hizo llamar El caballero.de la Triste Figura y partió con su siervo Sancho en busca de aventuras en las que desfacer entuertos.
    Eusebiet de la Mancha.

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    Respuestas
    1. Muchas gracias querido amigo, siempre fue así, y nosotros debemos coger el testigo que nunca dejó don Quijote, para luchar contra los malandrines, por utilizar palabra suave. Un abrazo Eusebio

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