Aquí traigo una nueva leyenda castellana, de esas que creo recordar y que tal vez algo me invento.
Contaban nuestros mayores que en aquellos tiempos en que los
chiquillos echaban los dientes agarrados al arado, en no pocas ocasiones se perdían,
si eso pasaba en verano la criatura podía ser presa de los lobos o de gigantescas
culebras que decían que se enrollaban en el cuello cuando dormían hasta asfixiarlo, pero en el invierno a los
peligros del verano se unía el frío intenso que podía llegar a provocar la
congelación.
Contaban que en cierta ocasión se perdió un chiquillo al que
su padre había mandado a por leña a La Montesina. El chiquillo a última hora se entretuvo
intentando coger unas perdices, terminándose por perder en el monte.
Los padres al ver que no llegaba, convocaron a los vecinos
de Pinarejo para ir a buscarle, era pleno invierno y se helaban hasta las
pestañas y por si fuese poco comenzó a nevar como nunca antes recordaban en
Pinarejo. La búsqueda fue infructuosa. Así
continuaron durante dos días, dando gritos a diestro y
siniestro no solo por La Montesina sino por todo el término y fuera del mismo,
sin que hubiese rastro de la criatura.
Al tercer día, cuando ya todo el mundo creía que estaba
muerto, apareció con su borrico en su casa cargado de leña como si nada hubiese
pasado. Todos se echaban las manos a la cabeza. ¿Cómo podía ser si habían
rastreado hasta debajo de las piedras que no le hubiesen encontrado si llegaba
tan campante y decía que venía de la Montesina y que además apareciese tan lustroso
y sin rastro de haber pasado ni frio ni calamidades?
El chiquillo explico con toda naturalidad que una vieja
cabrera le había llevado a su chozo y allí había estado todo el tiempo tan
calentito y bien alimentado a base de leche de cabra y queso y que solo cuando
dejo de nevar le dejo marchar ayudándole a cargar la leña y dándole un queso
para el camino. Abriendo el morral sacó lo que le quedaba del queso como
muestra.
Por mucho que buscaron por toda la Montesina, si bien
encontraron un chozo, en ningún momento encontraron rastro ni de la anciana ni
de sus cabras. Aunque según cuentan
parecidas historias les aconteció a más de uno de aquellos que se perdieron en
la Montesina, historias que siempre hablaban de una vieja cabrera que les protegía
del frío y del hambre; todavía hoy, según cuentan , algunas noches se escuchan rebaños de cabras en las noches de invierno, cuando alguien se pierde por La Montesina.
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