Los toros en libertad de Julia Sanz |
Bravas reses se acercan a través de inmensas llanuras
marítimas, buscan en el interior de las piedras el capote de viento del torero,
buscan su sable entre la alfalfa teñida con tintas de marinas algas para
escribir las rimas a la vida, en un ruedo sin su sangre inocente y brava.
Quieren, las bravas reses, firmar el armisticio con los
hombres en todo el marítimo espacio. En un océano no contaminado por la
ambición cruel de los tiburones, que a ellos condenan a una fiesta a la que no
quiere asistir. Sus tristes miradas de
ensangrentado topacio duelen en el alma.
Se saben víctimas inocentes de barbaries teñidas de rojo.
Quiero romper la cadena.
¡Míralo! Miradlo cualquier tarde de verano, altivo más que
agresivo, como entra en la plaza buscando la salida a su encierro, siempre, mortal.
Él ya lo sabe, puede morir y matar, pero
él jamás saldrá vivo, mas no tiene miedo… ¿o sí? ¿Qué importa? Su sentencia está firmada por manos asesinas.
Muge respirando el nauseabundo aroma de su propio tuétano, que
pronto será sorbido por gargantas de acero fundido entre corazones mecánicos de
ardiente hielo, no en las fraguas del herrero guerrillero, cuarenta años
dormido entre los espinos perdidos de una olvidada tierra, allá solo, bajo el
cielo.
Y como guerrillero defiende su vida, de relativa libertad,
mientras en las gradas aplauden su bravura, su tortura y muerte…
¿Fiesta? ¿Tradición? ¿Orgullo nacional?
Quiero romper la cadena.
Paco Arenas
Escrito el 12 de septiembre de 1982 tras participar en una gamberrada taurina
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