sábado, 27 de junio de 2015

Los manuscritos de Teresa Panza, don Quijote, Silvana y la pregunta del millón (fotos de la presentación)






Se acercaba el día clave, la presentación de mi primera y de momento única novela publicada, los nervios estaban a flor de piel. Así como las semanas previas infinidad de personas me dijeron que iban a asistir, vecinos, amigos, conocidos, a los que había puesto en un compromiso, tú no puedes ir diciéndole a todo el mundo:

—Oye, que me han publicado una novela.

La verdad es que uno se siente estúpido, tal vez, porque yo no estoy acostumbrado a hablar de mí, escribir lo que haga falta. Pero estaba como un chiquillo con zapatos nuevos el día de su comunión. En las redes lo publicité, mandé mensajes privados a gente que aprecio, en definitiva, puse a más de uno en un compromiso, lo cual no está bien. Así que fueron muchos los que me dijeron que intentarían ir y no fueron, lógico y normal.

Me encontraba tan ilusionado como ese chiquillo que siempre había soñado con sacar un diez y nunca paso del cinco. —no es mi caso, aunque nunca saque un diez, no como mi hijo que si no saca un diez se queda en el 9,7. Necesita decírselo a todo el mundo como si fuese la noticia más importante del mundo.

Pronto comenzaron las excusas:

— ¿Qué tal fue? Seguro que bien, yo quería ir, pero me surgió un problema y me resultó imposible.

—No, tranquilo, si es este viernes.

—¿Este viernes?  Ufff. Cuanto lo siento, este viernes tengo una comunión.

Y se quedaban tan panchos, los viernes no hay comuniones.

—Es el cumpleaños, de mi nieto…

Cuando sabías que no tenía hijos, y por tanto más difícil nietos.

—De haberlo sabido antes, pero esta semana tengo que ir al pueblo, sin excusa, se casa un hermano de la mujer, maldita la gracia que me hace ir, ¡pero qué le vamos a hacer?

—¿El viernes? Tenemos reunión de profesores.

—Jo, como estamos con las elecciones, a la próxima, sin falta.

Y multitud de excusas por ese estilo, que yo no digo que fuesen falsas.

Y al tiempo iban llegando la hora de la presentación, llegaban mensajes al móvil y por Facebook avisándome que por una o por otra causa les era imposible asistir, sin que yo ponga en duda las razones, jamás lo haría y menos en estos tiempos que corren.  La cuestión que me habían dicho tantos que no podrían asistir que me veía solo ante una sala vacía, con José Luis Victoria, el editor, la directora de la Casa de la Cultura, mi mujer, mi hijo y mi suegro.

 Pero no, la sala con sus noventa y seis silla, que me dijo la directora de la Casa de la Cultura, que había, se llenó.  Mi viejo procesador mental comenzó a ponerse de nuevo nervioso ante tanta gente, a pesar de los nervios salió todo más o menos bien. La primera intervención fue de Lola, directora de la Casa de la Cultura de Burjassot (a quien estoy muy agradecido, todo fueron facilidades) la cual leyó un texto escrito por mi amigo José Vicente Navarro Rubio.  Después de la intervención de José Luis Victoria me tocó a mí enfrentarme a mi primera presentación con los nervios a flor de piel, había llevado chuletas; pero hubiese sido peor, así que dije lo que se me vino a la cabeza, que ya fue bastante.

Ahora tocaba el turno de preguntas e intervenciones de los asistentes. Para casi todas las eventualidades o preguntas me había preparado, menos para dos, que me pusieron en un compromiso. Tampoco es que hubiese muchas preguntas más, aunque sí, intervenciones. La primera pregunta que me costó responder, la realizó Vicente, un amigo y antiguo vecino de mi barrio de Benicalap, en su pregunta aseguraba que don Quijote era en realidad un plagio del clásico valenciano Tirant lo Blanc (Tirante el Blanco) de Joanot Martorel.   Para responderle hube de hacer un alarde de diplomacia extrema, no quería provocar un conflicto entre Comunidades y Germanías, entre castellanos y valencianos.  Mi respuesta posiblemente no convenció a mi amigo, no puedo admitid ni compartir su afirmación, además de considerar que son dos novelas que no tienen nada que ver, mientras que una ensalza al caballero y es una novela de caballerías, la otra se mofa de esos caballeros, los ridiculiza y pone en evidencia en tono humorístico e ingenioso.  Sin menospreciar la obra de Joanot Martorell, sinceramente creo que está a años luz del Quijote. Estoy obligado y dispuesto a debatirlo con mi amigo ante una cerveza o un café.

Después de las pocas intervenciones que hubo una mano se levantó de por las últimas filas, era una mano infantil, la de Silvana, con una pregunta de difícil respuesta, para la que no estaba preparado:

—     ¿Era don Quijote guapo?

Entonces me imaginé a don Quijote como un costal de huesos, con una palangana en la cabeza, los ojos idos, extraviado en el tiempo, mirándose a un espejo intemporal, con el azogue despegado del cristal y oxidado y me dije:

—     Y Ahora que le contesto a esta chiquilla, tan guapa y espabilada, que me está preguntando como si yo conociese a don Quijote de toda la vida, y hubiese comido gachas de harina de almortas con él, entre trago y trago de vino.

Pero entonces pensé en Sancho, y que tal vez Silvana me veía como a su fiel escudero Sancho Panza, gordo, chaparro y con un inconfundible acento manchego, mi personaje favorito de la genial obra de Miguel de Cervantes, con el cual me identifico bastante a nivel emocional.  Quisé mirarlo con los ojos fascinados que veía Sancho a don Quijote, quisé mirar en su interior, en su ideal de justicia, de libertad, de lucha por un mundo mejor y en favor de los más débiles y vi un personaje inmensamente bello y aunque por los nervios no recuerdo muy bien lo que le contesté, sé que le hablé de su belleza de sentimientos, ideales, de su belleza interior, capaz de ver en Dulcinea una belleza física que no tenía…

Durante la firma de la novela me quedo claro que Silvana, que ese es su nombre, tuvo claro lo que quise decir sobre lo bello que era don Quijote —aunque seguro que ya tenía claro de dónde reside la verdadera belleza de las personas, más conociendo a Nuria, su madre, que al igual que don Quijote, lucha por un mundo de justicia y libertad —A la hora de la firma le dije que era la chica más guapa de toda la sala y entonces ella, mirándome con los ojos de Sancho, de otro modo no se podría entender, me dijo:

—     ¿Sabes? Tú también eres muy guapo.


Y este Sancho, en esos momentos se la hubiese comido a besos, seguro que entre todas las emociones y recuerdos de ese inolvidable día, siempre quedará su recuerdo, su pregunta y su gracia en mi mente y la recordaré como una bella Dulcinea que puso la guinda más dulce a la presentación de Los Manuscritos de Teresa Panza.

FOTOS DE LA PRESENTACIÓN DE LOS MANUSCRITOS DE TERESA PANZA, CASA DE LA CULTURA DE BURJASSOT - VIERNES 29 DE MAYO DE 2015













































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