Gentes de
tierras secas, que ni los árabes llegados del desierto quisieron; pero que les
dieron nombre.
La Mancha,
tierra seca de Castilla, habitada por gente capaz de levantar un majano y poner
en alto su bandera con orgullo, capaces de hacer el mejor queso del mundo, con
la leche de ovejas de una raza dura,
como quienes las ordeñan.
En La
Mancha, no solo se ordeñan las ovejas, también se ordeña la tierra, para sacar
de ella los mejores vinos y aceites. El vino de La Mancha, ya no es el vino
peleón de antaño, o ese que se vendía en las tabernas donde acudían obreros pobres.
Ahora el vino de La Mancha riega las más lujosas copas, de los mejores
restaurantes del mundo, sin complejos y con decisión, pero lo continúan bebiendo
en los bares y tabernas, porque, a pesar de su calidad, es humilde y generoso.
En otras
tierras tan secas como La Mancha, no habría crecido ni la grama, pero los
manchegos somos más tozudos que una mula roma y somos capaces de sacar vino de
la tierra seca, de hacer que crezca la flor del azafrán, oro puro de las
alboradas, o los ajos morados o negros, las dos mejores especias de la tierra,
el ajo y el azafrán.
Texto Paco
Arenas
Foto: Juan
Luis López Palacios
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