El día que yo
me muera
no me llevéis
flores,
ni a hombros al
camposanto.
No derraméis
lágrimas por mí.
Brindar con
vino
por los
recuerdos comunes.
Si algo de mi
silente cuerpo sirve,
usarlo,
darle
vida.
No dejéis que
Satanás disfrute
quemándome en
la hoguera.
Quemar mi
cuerpo…
vosotros,
amigos míos.
Esparcir mis
cenizas
sobre los
viñedos de la Mancha
y los campos de
Castilla,
al ritmo del
Himno de Riego
y con la
bandera de la libertad
ondeando al
viento.
El día que yo
me muera,
no me dolerá,
muy a mi pesar,
no estar para verlo.
Poema del libro: Pisando barro, soñando palabras.
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