domingo, 5 de febrero de 2017

Señoras y señores, me presento: soy Barro



En estos días he pensado mucho en los ausentes, en mis hermanas, en mis sobrinos y cuñados; pero, sobre todo en mis padres. Me ha dolido en el alma esas ausencias. Esto que me ocurre, aunque sea circunstancial y dure tan solo unas horas, unos días..., es maravilloso; y que tal vez sea preludio de lo que esta por llegar, va dedicado a ellos, a los ausentes. Ausencias físicas que nunca han existido en mi corazón....


Ahora que salgo en los papeles como los delincuentes, siendo honrado, es preciso que me presente:

Señoras y señores, me presento: soy barro

Soy Paco Arenas, hijo de Vicenta López, la Ciriaca, y de Fermín Martínez, el de Arenas, campesinos analfabetos que me enseñaron todo lo bueno que soy. Soy el octavo de ocho hermanos, nací cuando mis padres pensaban que el río de la fertilidad bajaba seco, y el hermano que me precedía tenía más de diez años, mientras que la mayor veintiséis. Mis padres fueron campesinos, de esos que miraban todas las mañanas al cielo sedientos de libertad y justicia —esperando ver caer la lluvia; y también, al horizonte oteando en el crepúsculo de las tierras con la esperanza de que llegasen las ansiadas nubes que mojaran las secas tierras de la Mancha, de Castilla, de España, y al llegar el día, con la alborada, esas nubes trajesen justicia y libertad…

Soy barro, barro amamantado en la besana de la injusticia y la opresión, con leche de rabia, silencio y desesperación. Sí soy barro, ablentado en la era en días de viento, para que cada una de mis palabras gritasen lo que ellos tuvieron que callar en la noche oscura de España.  

Sí, soy barro, barro amasado, no por esa lluvia que nunca mojó los surcos de la esperanza, sino por las lágrimas que derramaron esperándola y el sudor que les secó las venas.

Soy barro, moldeado por manos encallecidas, ajadas por el trabajo, la azada, la hoz y el arado.

Soy barro, del que pisaron sus abarcas, humildes como ellos, fuertes e incorruptibles como sus ideales.

Sí, soy barro, esencia del barro, que no del cieno, hijo de la tierra, las lágrimas y el sudor, de la emoción y la lucha.

Sí, soy barro, orgulloso de mi noble sangre campesina, que no igualan en nobleza la corrupta sangre de los bastardos hijos de reyes, condes duques y ricos mercaderes de sangre e ilusiones.

Sí soy barro campesino, y con ese barro fue moldeado cada uno de los pliegues de mi piel, de las formas de mis manos, de los sentimientos de mi corazón y de los sueños que engredaron ellos dos pero, también tantos otros que vivieron antes que ellos.

Soy barro, que todavía hoy, con cada gota de sudor, sangre y con cada lágrima, siento las abarcas que se hunden en la besana, que pisan el barro y sienten necesidad de ser palabras derramadas sobre los torcidos surcos de las ansias de libertad y justicia, siendo voz de cada boca amordazada, que suda, llora y sufre. 

Sí soy barro, hijo de campesinos analfabetos, soy Paco Arenas, hijo de Fermín y Vicenta, y a ellos me debo, y a ellos es a quienes no puedo traicionar, porque soy barro amasado con sudor, lágrimas y sangre.  Soy barro transformado en tinta sobre el papel, que si brilla mucho el sol sobre él, se seca y se desgarra y pierde su forma y esencia.

Sí, soy barro, pero no te equivoques, no soy el barro que se deja pisar por el tirano. Sí, soy barro, hermano de otros barros, barros que humedecen la semilla haciéndola  germinar, preñándola de sueños,  y haciendo  crecer la rosa de la libertad y la espiga de la justicia.

Sí soy barro, y como barro amasado con abarcas, soy el hijo de la lluvia y la tierra, de Fermín que murió esperando la lluvia, de Vicenta, que como tierra fértil sembró en mí las ideas de justicia y libertad de ambos. Sí, soy barro, que nadie lo ponga en duda, ni me lo discuta. Soy barro...



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