lunes, 9 de octubre de 2017

Un niño de trece años, que ya ha leído el Quijote, se enamora de Los manuscritos de Teresa Panza a primera vista.




Me recordó tanto a aquel Paco Arenas que juntaba ocho duros para comprarse sus propios libros...

Ayer en la feria del libro de Torrent ocurrió un caso curioso, durante el cual yo no fui todo lo honrado que debería haber sido, espero subsanar el error a costa de parecer tonto.

Paseaba por la feria del libro una familia con su hijo de trece años, que dentro de dos semanas cumplirá catorce. En la caseta estábamos María Nieves Michavila Gómez y yo firmando libros. La madre se interesó por el magnífico (no me cansaré de repetirlo nunca) de María Nieves Michavila Gómez, Voces desde el más allá de la historia. Mientras que Nieves explicaba las investigaciones llevadas a cabo para escribir su libro, conjuras, asesinatos y desvergüenza de la Corte de Fernando VII e Isabel II, el chiquillo cogió el libro entre sus manos, lo invité a que lo hojease, comprobando como se emocionaba al leer algunas páginas por encima.

–Este mamá, este papá —les dijo a sus padres.

Entonces su madre nos explicó que ya se había leído el Quijote a sus trece años y que en dos semanas cumpliría los 14, y como regalo había pedido un libro (en estos tiempos de la pantalla, que un niño pida libros es un milagro). Razón por la cual estaban mirando libros, para llegado el momento regalarle uno entre los que a él le hubiesen gustado. Al parecer ya había seleccionado unos cuantos, posiblemente más acorde con su edad.  Ese niño me recordó mucho a mí, él también, ahorraba para ir por su cuenta y riesgo a la librería a comprar sus propios libros.

—Este mamá, me ha dado un vuelco el corazón al verlo, y al hojearlo, me ha llegado lo poco que he leído, he decidido que sea este. No quiero otro, quiero este —dijo con emoción.

—Entonces no será una sorpresa —le dijo la madre.

—Me da lo mismo, quiero este —ser reafirmo el chiquillo en su decisión.

—Ahora no llevamos dinero, mañana lo compramos, porque aquí no creo que tengan para pagar con tarjeta —intentó razonar la madre, para que, a ser posible, sí fuese una sorpresa. De todos modos, en ese momento yo no capté la estrategia de la madre y pregunté al librero a Sento, que si tenía lector de tarjetas. No tenía.

A todo esto, la madre del chiquillo continuó interesándose por el libro de María Nieves Michavila, y el chiquillo hojeando Los manuscritos de Teresa Panza, y yo animándolo a ello, explicándole todos los aspectos positivos, que iba numerado, que, si era a la vez un libro de historia, y que al final del libro, el anexo de cómo se encontraron Los manuscritos de Teresa Panza, podría decirse que era una novela juvenil. No fue de forma liberada, al menos de manera consciente en esos momentos, pero le oculté, que la novela tenía ciertas dosis de erotismo, nada explicito, y bastante metafórico, pero erotismo, al fin y al cabo. Así, que, en caso de que venga la madre hoy a por él, se lo diré, y que sea ella quien decida. Si se lo lleva, estoy seguro que Teresa Panza no pervertirá al chiquillo, y a buen seguro le hará pasar buenos ratos.  NO soy yo quien debe decidirlo, ese muchacho a sus catorce años tiene más madurez y las cosas más claras que muchos adultos.  

NO soy yo quien debe decidirlo, sino su madre, ese muchacho a sus catorce años tiene más madurez y las cosas más claras que muchos adultos.

Y desde luego nunca olvidaré sus palabras cuando ya se marchaban:

—Me ha pasado muy pocas veces, ha sido verlo y desear tenerlo, quiero ese; aunque no se a una sorpresa.





Hoy ha regresado, a la caseta de Librería Clarión,  el chiquillo se llama S…A…, le he explicado al padre mis reparos, lo que antes se los había explicado al librero José Seoane, y las palabras del padre han sido más o menos las mismas que las de José Seoane, que también ha leído la novela.
—No hay peligro de que le pueda perjudicar, porque el erotismo que hay en la novela es muy suave, y hoy cualquier crío de su edad ha leído o ha visto en televisión erotismo mucho más subido que el que sale en Los manuscritos de Teresa Panza.
He preferido ser honrado a riesgo de perder una venta, porque lo importante de un libro, y de alguien que escribe, es ser leído.
Le he aconsejado que, si le gusta tanto leer, escriba. Me ha respondido que ya escribe. He tenido la sensación de que esas iniciales S…A…, algún día estarán en las portadas de un libro.
Y por supuesto se ha llevado Los manuscritos de Teresa Panza como si se llevase un tesoro.

Gracias.

Me recordó tanto a aquel Paco Arenas que juntaba ocho duros para comprarse sus propios libros...


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