jueves, 28 de marzo de 2024

Carta a Miguel de Cervantes Saavedra

 



Ilustre y nunca suficientemente alabado Miguel de Cervantes, con la pluma en mano y el alma entregada a la inmortalidad de las letras, me dirijo a ti desde un rincón de la Mancha, cuyo nombre guardo en el corazón como un tesoro.

 

Bien es sabido que aquellos en quienes depositaste tu confianza, te traicionaron, dejándote a las puertas de la eternidad. Mas, aquellos que con envidia buscaron silenciar la resonancia de tu verbo, no alcanzaron su vil propósito. Tú, estimado Miguel, ascendiste a la cima, tal Cid victorioso, conquistando la gloria post mortem.

 

En la era presente, eres objeto tanto de amor como de desdén. Hay quienes, forzados a leer tus palabras en tiempos de juventud, cuando el entendimiento no había madurado, hoy rehúyen tu mención. Otros, con vanidad infundada, se jactan de conocer tu magna obra y repiten frases que jamás emanaron de tu pluma, tales como:

«ladran, Sancho, señal que cabalgamos»,

o «de grandes cenas están las sepulturas llenas»,

ignorando el sabio consejo que Don Quijote impartió a Sancho antes de su gobernación:

«Come poco y cena menos aún, que la salud de todo el cuerpo se forja en la fragua del estómago. Sé moderado en la bebida, recordando que el vino en exceso ni guarda secreto ni cumple palabra. Vigila, Sancho, no comer a bocados llenos, ni eructar en presencia de nadie

 

Algunos encuentran en tus letras el evangelio de la liberación de los desposeídos, pues siempre te posicionaste al lado de los necesitados. Otros osan comparar tu legado con la Sagrada Escritura, mas nada más lejano a la verdad, siendo ambas ficciones, una inspirada en dudosas ideas por la fe ciega que no admite cuestionamiento. Tu obra, en cambio, no solo busca deleitar y esclarecer con humor el entendimiento, sino que, enfrentando las visiones de Don Quijote y Sancho, nos invita a la reflexión, al pensamiento crítico y a la duda, porque solo a través de la interrogación avanza la humanidad.

 

Y otros, como yo, intentamos aprender de tus enseñanzas, quizás erróneamente, y combatimos gigantes, aunque sin gran éxito, he de confesar. Los vicios de tu época perduran en el siglo XXI, sigue habiendo alimento en exceso para saciar todas las bocas, y aún hay pobres que no pueden acceder a él. La injusticia, la arrogancia y la codicia continúan dominando el orbe.

Otros, procuramos aprender de tus enseñanzas, tal vez equivocados, y luchamos contra gigantes, sin mucho éxito, esa es la verdad. Los males de tu tiempo siguen siendo los mismos en el siglo XXI, sigue habiendo comida de sobra en el mundo para llenar todas las bocas y pobres que no pueden acceder a ella. La injusticia, la soberbia y la avaricia sigue gobernando el mundo.

Me despido con algo que si escribiste y que también se malinterpreta:

 «La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres. Digo esto, Sancho, porque bien has visto el regalo, la abundancia que en este castillo que dejamos hemos tenido; pues en mitad de aquellos banquetes sazonados y de aquellas bebidas de nieve5 me parecía a mí que estaba metido entre las estrecheces del hambre, porque no lo gozaba con la libertad que lo gozara si fueran míos, que las obligaciones de las recompensas de los beneficios y mercedes recibidas son ataduras que no dejan campear al ánimo libre. ¡Venturoso aquel a quien el cielo dio un pedazo de pan sin que le quede obligación de agradecerlo a otro que al mismo cielo!»

 

Me gustaría saber qué pensarías del modo en que unos y otros utilizamos tu imagen, tus palabras y enseñanzas, aunque no espero contestación, te muestro mi cariño y admiración.

Este que es más Sancho que Quijote y más Quijote que Sancho, según el momento, pero loco y osado como los dos no se despide de ti.


© Paco Arenas

Paco Arenas, sus libros y relatos...

Paco Arenas-Escritor

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