Recuerdo a mi padre y otros campesinos, labrando los barbechos secos. De sol a sol, con la yunta de mulas. Siempre mirando al cielo esperando, deseando
y necesitando esa lluvia que en las tierras del sur de Castilla son tan
escasas, no en vano se le llama La Mancha (Tierra seca). Sin embargo ahí estaban todas las mañanas
antes del alba unciendo las mulas y lanzándose a la dura tarea de la labranza,
con la esperanza de que ese duro trabajo tuviese una recompensa que no les permitía
otra cosa que sobrevivir esclavos de una Tierra, que tanto amaban.
Manos de surcos profundos
aprietan el arado con fuerza
contra la tierra seca,
acariciándola,
fecundándola
que como mujer indiferente
es reacia a sus besos.
Ojos profundos
miran al cielo,
esperando la lluvia.
Ojos desafiantes,
empapados de sudor,
desde el alba al crepúsculo,
Sin otra gotas que calen el barbecho.
Pies, que se hunden en los surcos,
esperando la recompensa,
arrastrados por la yunta
hasta que la tarde termina
y notan que se hunden el barbecho,
dejando la huella de su presencia
que otro arado borrara.
Paco Arenas 13 de marzo de 1984
Paco Arenas 13 de marzo de 1984
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