Miró la fecha en el calendario y como todos los años me entra
esa nostalgia evocadora que me lleva a aquellos fríos días de febrero. Sin embargo, no debiera sentir nostalgia por
aquellos días que se esconden en un estanque olvidado donde la memoria no ha
tenido acceso, no recuerdo nada de las fiestas de febrero.
Cualquier cosa puede despertar nostalgia, el recuerdo de un
amor, de unos ojos, de algo que comiste un día, esos chorizos que preparaba mi
hermana, el queso, esos mantecados y aguardentados que preparaba mi madre. Esas setas sobre las ascuas que cogía mi
padre y me comía yo, vuelven a mí. Como una felicidad triste por esas evocaciones
de momentos que sabes que no vas a volver a vivir, por algo que pasado el
tiempo idealizaste haciéndolo perfecto,
aunque en su momento ni lo pensante que pudieras recordarlo con nostalgia.
He leído el último
poema de José Vicente, que habla de nostalgia, me ha encantado el título y le
he dejado un comentario diciendo que le robaba el mismo. Pero no, es imposible, las fiestas de Febrero
de Pinarejo no forman parte de mis recuerdos infantiles. Puede que alguna vez, digo yo, conforme mi
vida pierda fuerza, como todos los viejos – mayor fui a los 18 – recuerde aquellos
tiempos vividos en Pinarejo, antes de la muerte de mi padre, algunos los he
logrado rescatar, un recuerdo encadena a otro y así consecutivamente la madeja
se deslía. Aunque esa posibilidad me da miedo, cuando los
viejos comienzan a revivir la infancia olvidada se inicia un viaje peligroso
que puede provocar, que provoca, que te olvides del presente y estés cerca de
dejar de vivir el futuro.
Las fiestas de febrero me las puedo imaginar igual a las de
septiembre, con la diferencia de que los días son más cortos y hace mucho frío,
pero sería un fraude, intentar trasladar esos recuerdos como si de repente
hubiesen sido recuperados. No, no escribiré
nada de la fiestas de febrero, en septiembre hablare del avellanero, de los
puestos de milhojas, de martillos dulces de azúcar, de diferentes tamaños, de
carreras de sacos, tiro de reja, de esos bailes en los almacenes de trigo, esos
días donde casi nadie faltaba a misa…
Pero eso es de otras fiestas, las de septiembre.
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