domingo, 24 de julio de 2016

A la cárcel me voy por culpa de un ventilador




Es lo que tiene comprar las cosas desmontadas, además con instrucciones deficientes. Con un poco de humor algo parecido me ocurrió cuando fui a la tienda donde había comprado un ventilador que tenía que montar yo, saber cómo, entre otras cosas porque ese ventilador ya había sido montado y encajado una pieza dónde no debía ser encajada. Además perdí el comprobante de compra, en realidad lo guarde también para que no se perdiese, que no hay manera de encontrarlo. En las películas de policías cuando preguntan al sospechoso dónde estuvo tal día y a tal hora de quince días atrás, o quince meses, o quince años, los sospechosos siempre saben dónde estuvieron, con quien y hasta lo que comieron o vestían con todo lujo de detalles, de no ser que seas infanta de España o político corrupto, que en ese caso sufren amnesia como yo y dicen el consabido:

— No lo sé, no lo recuerdo, no me consta, no lo recuerdo.

Si yo tuviese que decir lo que he comí ayer, o qué hice con el comprobante de compra del ventilador comprado hace una semana y de ello dependiera mi libertad, iría a la cárcel con toda seguridad. 

Exagerando un poco, con algo de humor, se me ha ocurrido este absurdo teatrillo, que puede llega a ser muy real:



A la cárcel me voy por culpa de un ventilador (Teatrillo)



Esposa: — ¿Qué hiciste a el domingo entre las siete y las nueve de la tarde?

Marido: —No lo sé…

Esposa: —En casa no estabas.

Marido: —No lo sé, no recuerdo…

Esposa: — ¿Tienes alguna prueba?

Marido: —No, no tengo ni prueba ni idea, ni siquiera comprobante de compra.

Esposa: — ¿Pero estás seguro que fue el domingo?

Marido: —No, fue el sábado, yo los domingos no salgo a comprar.

Esposa: — ¿Entonces dónde estabas el domingo?

Marido: —Ni idea.

Esposa: — ¿Acaso no dijiste: ya que es domingo podríamos cenar en los Cien montaditos?

Marido: —Sí, recuerdo que esas fueron mis palabras el domingo.

Esposa: — ¿Te das cuenta de que fue el domingo cuando compraste el ventilador?

Marido: —No lo sé, no lo recuerdo, no me consta. Solo sé que no compro los domingos…

Esposa: —Ya te pareces a la infanta…

Marido: —No, yo soy honrado y siempre he vivido y vivo de mi trabajo.

Esposa: —Pero sí recuerdas que dijiste: ya que es domingos podríamos cenar en los Cien Montaditos.

Marido: —Sí, además estoy seguro que dije esas mismas palabras.

Esposa: —Por tanto las dijiste el domingo.

Marido: —Así es.

Esposa: — ¿Te das cuenta cabezón? Fue el domingo cuando compraste el ventilador.

Marido: —No, no puede ser, no me lo creo. Eso lo dije el domingo, pero el ventilador lo compramos el sábado a las ocho y media de la tarde.

Esposa: — Ya vamos recordando algo ¿Cómo lo puedes demostrar?

Marido: —De ninguna manera, me preguntaste la hora y te dije que eran las ocho y media.

Esposa: — Sí, es verdad, te pregunté la hora y me dijiste que eran las ocho y media, y yo te dije que nos daba tiempo a ir a la tienda de animales, mientras tú hacía la cola para pagar…

Marido: — ¿Te das cuenta como llevo razón? Eso pasó el sábado…

Esposa: —Mira que eres cabezón. ¿Entonces, por qué dijiste: ya que es domingos podríamos cenar en los Cien Montaditos?

Marido: —Porque eso  lo diría el domingo, digo yo…

Esposa: —¿Salimos el domingo?

Marido: —No lo sé, no me consta, ni idea.

Esposa: —Yo tengo la prueba de tus palabras. ¿Tú tienes el comprobante de que lo que dices es cierto?

Marido: —Si lo tuviese ya nos habrían cambiado el ventilador…


Dos horas después:


Esposa: —Ya sé exactamente cuándo dijiste: ya que es domingos podríamos cenar en los Cien Montaditos. El domingo.

Marido: —Eso ya lo sabía yo. Pero yo el domingo no compré el ventilador.

Esposa: —No, el domingo no compraste el ventilador. Tú nunca compras los domingos, lo compraste el sábado…

Marido: — ¿Entonces por qué dije: ya que es domingos podríamos cenar en los Cien Montaditos.

Esposa: —Porque el domingo fuimos con Carlos y Mariángeles a la playa y dijiste: ya que es domingos podríamos cenar en los Cien Montaditos. Pero ellos no podían quedarse y nos fuimos cada uno a nuestra casa.

Marido: — ¿Entonces caso resuelto? ¿No voy a la cárcel?

Esposa: —Es que tengo que acordarme yo de todo…Si me hubiese dado el comprobante de compra…

Marido: —Llevas razón, cariño. La próxima vez te lo doy… (susurrando para que no lo escuche ella) lo habrías perdido tú.

Estas absurdas conversaciones no se tendrían si los domingos no abriesen los centros comerciales, o sí no guardásemos las cosas para que no se perdiesen...



©Paco Arenas






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