En la plaza de mi pueblo no hace tanto tiempo, entraban los
labradores cansados del duro trabajo del campo a dar de beber a sus yuntas en
el pozo de la plaza. Allí, confluían también las mujeres con sus cántaros para
llenarlos de fresca agua de la fuente. Debían tener cuidado de los chiquillos que
llegaban corriendo tras un aro o de las chiquillas saltando a la comba...
Todo era tumulto en la plaza de mi pueblo.
Los viejos en el verano buscaban la sombra, y en el verano
como os lagartos el sol. Las viejas sacaban sus sillas de enea y hacían
corrillo al sol tejiendo jerséis y bufandas con sabia precisión, mientras
criticaban a las muchachas que llevaban las faldas cortas, por encima de la
rodilla, porque la lengua no impide la labor de las manos.
—¿A dónde vamos a llegar?
—Que desvergüenza…
—Angustias, que esa es tu nieta…
—Mira que es guapa y rebonica que está…
—¡Ay, Dios mío! ¿No
era una desvergüenza?
—¿Sabes que te digo?
—Tú dirás.
—Que la que va a su lado es tu nieta, si la vista no me
falla, y también está muy bonica, así que, lo que se han de comer los gusanos
que lo disfruten los cristianos…
—Pues eso digo yo, no tanto guardar debajo del refajo.
Ellas, las muchachas, que sordas no son, alegres ríen
desvergonzadas, algunas, otras, se estiran de la falda para abajo, al ver a los
viejos mirar con descaro.
Todo era tumulto en
la plaza de mi pueblo.
El pozo viejo, aquel de cuatro pilones rotos y brocal de
piedra, con las mulas alrededor, esperando el turno para darles de beber, antes
de que llegue la dula que ya entra por la calle del Pocillo haciendo sonar las
cabras sus cencerros, pues hartas de hierba, ahora buscan el reposo.
Chocolate Josefillo, corre, corre que te pillo, corre, corre
que te agarro. ¡Crío deja la cabra quieta! Cuidado con el balón que me rompes
el botijo, como me rompas el cántaro lo va a pagar tu madre. Siempre por medio
como el jueves, ¿no podéis saltar la comba en otro sitio?
Todo era jolgorio en la plaza de mi pueblo.
El viento ablentaba el polvo en el verano y las escarchas
helaban los charcos en invierno. Los novios sino pagaban la patente se echaban
al pilón de la fuente o del pozo…
Todo era diferente en la plaza de mi pueblo.
Vamos a echar unos botellines al bar de Paquillo, o al bar del
Torcio, ¡Cuidado con los escalones! Después un vermú con unas clochinas y una
sepia en bar de Rubia…
Todo era alegría en
la plaza de mi pueblo.
En la plaza de mi pueblo no hace tanto tiempo, el pozo era
de agua salobre, con mucha gente alrededor, ahora es un monumento seco, sin
nadie que lo vea.
La fuente era fea, de ladrillo y cemento, pero el agua
manaba más dulce que los almendrucos, y las muchachas reían ante las galanterías
de los muchachos. Ahora es una hermosa fuente, grande y redonda que tira los
chorros de al agua al aire sin nadie que bese sus caños, sin nadie que beba su
agua reciclada, que no sirve para nada…
En la plaza de mi pueblo la gente corría, la gente gritaba,
miraba, bebía y comía..., sí la gente.
Hablar, gritar, no os calléis. Todos fuisteis testigos, en esta plaza
desierta, hubo un tiempo que estuvo llena de ruido, de viejos, de jóvenes de
críos, de animales… esta plaza, ahora tan hermosa, tan vacía...
Un tiempo hubo que todo era tumulto en la plaza de mi
pueblo.
Paco Arenas
Paco Arenas
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