miércoles, 18 de marzo de 2020

#YoMeQuedoEnCasa, Cuarto día de clausura



Acaricio
sin tocarte siquiera,
con las manos lavadas y el alma desnuda
secándose,
 antes de besarte.
¿Cómo decirte que quisiera abrazarte,
 sin este océano de distancia?
 Poder navegar hasta tus brazos generosos
 y rodear tu cintura sin temor,
ni al virus,
ni a sus maléficas coronas.


Beso
lanzando mi corazón herido al viento,
sin que ni el aire se inmute,
ni mis besos te alcancen,
sin besos de buenas noches,
yo que te bese hasta lo más escondido,
sin miedo a quedarme atrapado en tus labios
o en el fondo de tu sexo.

Hablo
mirando la estela de sol que entra por mi ventana,
presintiendo que, tal vez, sea solo polvo
humedecido por la lluvia de la mañana,
sin pensar que está cerrada
al ruido de la calle y su alegría.

Pienso
navegando entre la bruma de lo incierto,
sin saber, si seré ausencia de tus días,
y también de tus noches,
o si, por el contrario,
me quedan muchas besanas por labrar,
infinitas palabras por escribir
y mucho vino por beber todavía.


Confío,
en el vuelo libre de los pájaros,
no en el canto de los canarios enjaulados,
por mucho que no se mojen con la lluvia
y tengan los comederos llenos de alpiste.
No confío, en los buitres sin plumas,
que basan su riqueza
Solo en los en los Mercados.

Bebo
el agua de la memoria,
para que no se me olvide,
lo mucho que te quiero.
También,
para, si muero,
no me olvide,
ni un instante quién soy
ni de dónde vengo.

Sueño,
Solo,
en un lecho solitario,
en el que me falta tu presencia,
aunque estés al otro lado de la puerta,
o mirándome a los ojos
con tu risa oculta,
tras la celulosa azul de nuestros miedos.

  
¡Aléjate!
Aléjate pronto,
virus con tus aureolas,
que se me revuelven las tripas,
solo con ver el brillo de tu corona,
que nunca fueron buenos los virus,
tampoco las coronas,
¡Aléjate! Y no vuelvas más.


Escucho
los lamentos de los poderosos,
quejándose
de las pérdidas en sus negocios.
No veo
que alguien alce la voz
por el menesteroso,
el cajero del supermercado,
el camionero,
o ese que te lleva tus recados,
con tanto miedo como tú,
hasta la puerta de tu casa.

No escucho,
que, al bribón,
nadie le diga que devuelva lo robado,
y alaben a quien dice falsedad
con la solemne dignidad,
de quien toma por estúpidos
a los que le dan de comer.
Que nada le deben,
y él todo a ellos.

Veo
pleitesía ante el mentiroso,
aduladores de pesebre agradecido,
mercenarios de la palabra pagada,
de la libertad secuestrada.
Maldiciendo a la «Pérfida Albión»,
por dejar con el culo al aire
a los gusanos que,
 ante virus y coronas,
arrastran sus babas por los palacios.

Escupo,
Palabras como flores
cortadas de la boca
 del poeta silenciado,
llorando la ausencia
de las palabras
lo que dejó por escribir,
en la bandera de la libertad,
ansiando ser escuchado
una mañana de abril.
Rompieron el tintero
de las palabras perdidas,
un triste mes de agosto.

Extiendo mi mano generosa
con la ternura de un niño,
que antes del primer orgasmo,
tenía callos en las manos,
y cicatrices en el alma.

Regalo
mis torpes versos,
transformados en abrazos
y besos,
sin buscar la rima,
solo el consuelo,
y gritar mañana,
en la plaza del pueblo,
¡te hemos vencido!
¡SALUD!


©Paco Arenas 18 de marzo de 2020, cuarto día de clausura.

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