Condenado a quererte
Estoy condenado a quererte,
por decreto no escrito,
que no pienso apelar,
por muy injusta que sea la
condena.
Escucha mis palabras,
escúchame con atención,
y si no, no me escuches.
Mírame a los ojos,
tenlo
presente,
y se te pasaran todos los enojos.
Y si mis torpes palabras
no son de tu agrado,
seré la persona más infeliz
y con peor suerte.
Te quiero,
tú lo sabes,
y si tú no me quieres,
prefiero la muerte,
sin tus besos,
¿para qué quiero la vida?
©Paco Arenas
Ayer un amigo mío, profesor de filología francesa me animó a escribir poesía, no me tengo por poeta. Hoy repasando el manuscrito para la 5ª edición de Magdalenas sin azúcar, me he encontrado con esto en uno de sus diálogos. Esos al principio se dicen María y El Jilguero, así, que dejándolo en la novela, lo publicó también por separado. Los lectores de Magdalenas lo habéis leído. Os reto a que me digáis dónde y con quién están en esa escena Felipe y María.
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