domingo, 15 de marzo de 2020

#YoMeQuedoEnCasa - Arresto domiciliario y héroes







Arresto domiciliario y héroes

(Dedicado a ellos: sanitarios, boticarios, repartidores y trabajadores de panaderías y supermercados, los grandes olvidados y los más expuestos) también a los libros que leeremos durante nuestro cautiverio.



1)     ARRESTO DOMICILIARIO

Arresto domiciliario en cárcel de barrotes invisibles, donde se libran batallas de miedos, silencios olvidados, besos y abrazos repetidos y no por ello menos ansiados, sin miedo al contagio, porque sabes que si está uno, estaréis todos. Celda donde reconocer a los hijos y a tu pareja.  Prueba de fuego de un «gran hermano» y «supervivientes» en la isla de las cuatro paredes de tu casa, sin cámaras ni televisión basura.

Conversaciones mudas de las palabras que se quedaron sin decir, con peregrinas excusas ni concierto, solo porque «no tengo tiempo, tengo mucho que estudiar, llego tarde al trabajo o he quedado...»

Hijos extraños tras la puerta del cuarto, sin que apenas viésemos crecer. Ahora los miras y están sentados a tu lado, viendo una película. Los vuelves a reconocer como propios en cada cena, cada almuerzo, en el desayuno de las mañanas y hasta en el olvidado beso de buenas noches. No importa el orden porque no altera el producto, estás con tus hijos y echas de menos, mucho a quienes están presos en otra celda, aunque sea solo a tres kilómetros de distancia, y que te mueres de ganas de escapar entre los barrotes por correr a su encuentro para, sin miedo al contagio, poder abrazarlos. Lo aceptas como inevitable, por mucho que te duela, por mucho que les duela. Si no lo haces es porque están al otro lado del teléfono, a pesar de todo, te hecho de menos Rocío.


Reclusión con mucho tiempo para pensar, y bombardeo de noticias, ninguna buena, salvo esa que te dice que no puedes salir de tu casa, quedándote con la incertidumbre del tiempo que durará, y lo que es peor, ¿que vendrá después? Y piensas en las personas vulnerables que quieres, y entonces te das cuenta, a las doce de la noche que te olvidaste de felicitar, y te vas a la cama con ese reconcome tan manchego.

Libros que se abren después de mucho tiempo, al igual que las puertas, que antes, en el interior de la casa, estaban cerradas. Y ves palabras nuevas, escuchas voces en tonos distintos, con otras miradas tan próximas como queridas y en ocasiones tan lejanas. LEER, LEER,  en vuestras estanterías de vuestras casas encontrareis libros que ni sabíais que existían, los cuales os producirán orgasmos olvidados en lo más hondo de vuestras neuronas...  

Lucha silenciosa de teles apagadas y bizcochos caseros, magdalenas y palomitas de maíz abriéndose paso por encima de las tapas de las sartenes.

2)     HÉROES

Sabes, que fuera, hay héroes sin corona y villanos con #Coronavirus. Nunca conocí a lo largo de mis pocos conocimientos de historia, a ningún héroe que corona llevará y sí a muchos villanos y ladrones coronados, como este maldito virus que a todos nos tiene encarcelados.

Los héroes, los de verdad, no tienen espadas ni cañones, ni libran batallas con fusiles con olor a muerte. Aunque algunos lleven uniformes, no digo que no, los héroes de esta guerra llevan batas blancas de médicos, enfermeros, farmacéuticos, conductores de reparto, o los más olvidados y más expuestos, los boticarios, junto con quienes trabajan en los supermercados, que te atienden siempre con una sonrisa, a pesar de que muchos cobran sueldos de miseria, mientras sus jefes especulan con cada grano de arroz.

A ellos, los farmacéuticos, los cajeros de los supermercados, reponedores, carniceros, fruteros, tan necesarios como los médicos, en cuyas manos nos ponemos, siempre ignorados, esos héroes de supermercados, sin protección ante el peligro... Hogar, dulce hogar, y estás preso, posiblemente a salvo del ataque del virus de la corona, mientras ellos se juegan su salud y la des sus familiares, para que tú; sin agradecérselo siquiera, tengas la alhacena llena, de fruta, carne y verdura que no te cabe en la nevera.

Sabes que estás preso, y no quieres escapar de esa cárcel de abrazos y besos, palabras recuperadas, voces que no hieren los oídos, que dicen te quiero sin miedo; pero no puedes olvidar que fuera están ellos, y que nadie les dará la medalla que otros se colgaran.

Hoy más que nunca: ¡Salud!

Texto y composición: ©Paco Arenas



Autor de Magdalenas sin azúcar, hoy en destacados puestos de lectura:
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