La primera como Mari Gutiérrez y una sola vez:
—Yo lo dudo -replicó Sancho Panza-; porque tengo
para mí que, aunque lloviese Dios reinos sobre la tierra, ninguno asentaría
bien sobre la cabeza de Mari Gutiérrez. Sepa, señor, que no vale dos maravedís
para reina; condesa le caerá mejor, y aun Dios y ayuda.
En tres ocasiones como Juana Panza
—¿Qué es lo que decís, Sancho, de señorías,
ínsulas y vasallos? —respondió Juana Panza, que así se llamaba la mujer de
Sancho, aunque no eran parientes, sino porque se usa en la Mancha tomar las
mujeres el apellido de sus maridos.
—No te acucies, Juana, por saber todo esto tan
apriesa; basta que te digo verdad, y cose la boca. Sólo te sabré decir, así de
paso, que no hay cosa más gustosa en el mundo que ser un hombre honrado
escudero de un caballero andante buscador de aventuras. Bien es verdad que las
más que se hallan no salen tan a gusto como el hombre querría, porque de ciento
que se encuentran, las noventa y nueve suelen salir aviesas y torcidas. Sé yo
de experiencia, porque de algunas he salido manteado, y de otras molido; pero,
con todo eso, es linda cosa esperar los sucesos atravesando montes,
escudriñando selvas, pisando peñas, visitando castillos, alojando en ventas a
toda discreción, sin pagar, ofrecido sea al diablo, el maravedí.
En 31 ocasiones aparece como Teresa Panza
—Mirad, Teresa -respondió Sancho-: yo estoy
alegre porque tengo determinado de volver a servir a mi amo don Quijote, el
cual quiere la vez tercera salir a buscar las aventuras; y yo vuelvo a salir
con él, porque lo quiere así mi necesidad, junto con la esperanza, que me
alegra, de pensar si podré hallar otros cien escudos como los ya gastados,
puesto que me entristece el haberme de apartar de ti y de mis hijos; y si Dios
quisiera darme de comer a pie enjuto y en mi casa, sin traerme por vericuetos y
encrucijadas, pues lo podía hacer a poca costa y no más de quererlo, claro está
que mi alegría fuera más firme y valedera, pues que la que tengo va mezclada
con la tristeza del dejarte; así que, dije bien que holgara, si Dios quisiera,
de no estar contento.
—Mirad, Sancho —replicó Teresa—: después que os
hiciste miembro de caballero andante habláis de tan rodeada manera, que no hay
quien os entienda.
Y, por último, en cuatro ocasiones aparece como
Teresa Cascajo y así lo resuelve Cervantes en palabras de Teresa:
—¿Veis cuanto decís, marido? —respondió Teresa—.
Pues, con todo eso, temo que este condado de mi hija ha de ser su perdición.
Vos haced lo que quisieres, ora la hagáis duquesa o princesa, pero os he decir
que no será ello con voluntad ni consentimiento mío. Siempre, hermano, fui
amiga de la igualdad, y no puedo ver entonos sin fundamentos. Teresa me
pusieron en el bautismo, nombre mondo y escueto, sin añadiduras ni cortapisas,
ni arrequives de dones ni donas; Cascajo se llamó mi padre, y a mí, por
ser vuestra mujer, me llaman Teresa Panza, que a buena razón me habían de
llamar Teresa Cascajo. Pero allá van reyes do quieren leyes, y con este
nombre me contento, sin que me le pongan un don encima, que pese tanto que no
le pueda llevar, y no quiero dar que decir a los que me vieren andar vestida a
lo condesil o a lo de gobernadora, que luego dirán: ''¡Mirad qué entonada va la
pazpuerca!; ayer no se hartaba de estirar de un copo de estopa, e iba a misa
cubierta la cabeza con la falda de la saya, en lugar de manto, y ya hoy va con
verdugado, con broches y con entono, como si no la conociésemos''. Si Dios me
guarda mis siete, o mis cinco sentidos, o los que tengo, no pienso dar ocasión
de verme en tal aprieto. Vos, hermano, idos a ser gobierno o ínsulo, y entonaos
a vuestro gusto; que mi hija ni yo, por el siglo de mi madre, que no nos hemos
de mudar un paso de nuestra aldea: la mujer honrada, la pierna quebrada, y en
casa; y la doncella honesta, el hacer algo es su fiesta. Idos con vuestro don
Quijote a vuestras aventuras, y dejadnos a nosotras con nuestras malas
venturas, que Dios nos las mejorará como seamos buenas; y yo no sé, por cierto,
quién le puso a él don, que no tuvieron sus padres ni sus agüelos...
¿Con cuál me quedo yo?
Sin duda con Teresa Cascajo. Quienes hayan leído mis novelas,
lo habrá comprobado. En España y en los países de habla hispana las mujeres no
pierden el apellido. Incluso ahora se puede elegir qué apellido va primero. Es
cierto que aparece primero como Mari Gutiérrez, y que después como Juana Panza,
justificándolo Cervantes, posiblemente por haberse olvidado de ese primer
nombre, es preciso tener en cuenta el tamaño de la novela, más de 1000 páginas
impresas, multipliquemos por cuatro las manuscritas. Lo mismo ocurre con Teresa
Panza, creo yo, se olvida de que ya la bautizó como Juana Panza. Cuando se
percata lleva muchas páginas escritas, entonces llega ese giro genial que le
hace decir a la mujer de Sancho que su apellido es Cascajo, como Cascajo fue su
padre.
Cuando yo escribí Los manuscritos de Teresa Panza, dos de
esos reseñadores que cobran por hacer reseñas de las editoriales, o las hacen a
cambio de recibir libros gratis, cometieron el error de pensar que me refería a
los manuscritos de Teresa Panza, mujer de Sancho Panza, y aunque alabaron la
novela, les tuve que rectificar. En mi novela la mujer de Sancho se llama
Teresa Cascajo y la segunda hija de Sancho Panza, después de Sancha y Sanchico,
se llama como su madre Teresa, siguiendo la tradición española sus apellidos
son Panza Cascajo.
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