martes, 14 de mayo de 2024

¿Cuál era su verdadero nombre, Mari Gutiérrez, Juana Panza, Teresa Panza o Teresa Cascajo?


 


La primera como Mari Gutiérrez y una sola vez:

 

—Yo lo dudo -replicó Sancho Panza-; porque tengo para mí que, aunque lloviese Dios reinos sobre la tierra, ninguno asentaría bien sobre la cabeza de Mari Gutiérrez. Sepa, señor, que no vale dos maravedís para reina; condesa le caerá mejor, y aun Dios y ayuda.

En tres ocasiones como Juana Panza

 

—¿Qué es lo que decís, Sancho, de señorías, ínsulas y vasallos? —respondió Juana Panza, que así se llamaba la mujer de Sancho, aunque no eran parientes, sino porque se usa en la Mancha tomar las mujeres el apellido de sus maridos.

—No te acucies, Juana, por saber todo esto tan apriesa; basta que te digo verdad, y cose la boca. Sólo te sabré decir, así de paso, que no hay cosa más gustosa en el mundo que ser un hombre honrado escudero de un caballero andante buscador de aventuras. Bien es verdad que las más que se hallan no salen tan a gusto como el hombre querría, porque de ciento que se encuentran, las noventa y nueve suelen salir aviesas y torcidas. Sé yo de experiencia, porque de algunas he salido manteado, y de otras molido; pero, con todo eso, es linda cosa esperar los sucesos atravesando montes, escudriñando selvas, pisando peñas, visitando castillos, alojando en ventas a toda discreción, sin pagar, ofrecido sea al diablo, el maravedí.

 

En 31 ocasiones aparece como Teresa Panza

 

—Mirad, Teresa -respondió Sancho-: yo estoy alegre porque tengo determinado de volver a servir a mi amo don Quijote, el cual quiere la vez tercera salir a buscar las aventuras; y yo vuelvo a salir con él, porque lo quiere así mi necesidad, junto con la esperanza, que me alegra, de pensar si podré hallar otros cien escudos como los ya gastados, puesto que me entristece el haberme de apartar de ti y de mis hijos; y si Dios quisiera darme de comer a pie enjuto y en mi casa, sin traerme por vericuetos y encrucijadas, pues lo podía hacer a poca costa y no más de quererlo, claro está que mi alegría fuera más firme y valedera, pues que la que tengo va mezclada con la tristeza del dejarte; así que, dije bien que holgara, si Dios quisiera, de no estar contento.

—Mirad, Sancho —replicó Teresa—: después que os hiciste miembro de caballero andante habláis de tan rodeada manera, que no hay quien os entienda.

 

Y, por último, en cuatro ocasiones aparece como Teresa Cascajo y así lo resuelve Cervantes en palabras de Teresa:

 

—¿Veis cuanto decís, marido? —respondió Teresa—. Pues, con todo eso, temo que este condado de mi hija ha de ser su perdición. Vos haced lo que quisieres, ora la hagáis duquesa o princesa, pero os he decir que no será ello con voluntad ni consentimiento mío. Siempre, hermano, fui amiga de la igualdad, y no puedo ver entonos sin fundamentos. Teresa me pusieron en el bautismo, nombre mondo y escueto, sin añadiduras ni cortapisas, ni arrequives de dones ni donas; Cascajo se llamó mi padre, y a mí, por ser vuestra mujer, me llaman Teresa Panza, que a buena razón me habían de llamar Teresa Cascajo. Pero allá van reyes do quieren leyes, y con este nombre me contento, sin que me le pongan un don encima, que pese tanto que no le pueda llevar, y no quiero dar que decir a los que me vieren andar vestida a lo condesil o a lo de gobernadora, que luego dirán: ''¡Mirad qué entonada va la pazpuerca!; ayer no se hartaba de estirar de un copo de estopa, e iba a misa cubierta la cabeza con la falda de la saya, en lugar de manto, y ya hoy va con verdugado, con broches y con entono, como si no la conociésemos''. Si Dios me guarda mis siete, o mis cinco sentidos, o los que tengo, no pienso dar ocasión de verme en tal aprieto. Vos, hermano, idos a ser gobierno o ínsulo, y entonaos a vuestro gusto; que mi hija ni yo, por el siglo de mi madre, que no nos hemos de mudar un paso de nuestra aldea: la mujer honrada, la pierna quebrada, y en casa; y la doncella honesta, el hacer algo es su fiesta. Idos con vuestro don Quijote a vuestras aventuras, y dejadnos a nosotras con nuestras malas venturas, que Dios nos las mejorará como seamos buenas; y yo no sé, por cierto, quién le puso a él don, que no tuvieron sus padres ni sus agüelos...

 

¿Con cuál me quedo yo?

 

Sin duda con Teresa Cascajo. Quienes hayan leído mis novelas, lo habrá comprobado. En España y en los países de habla hispana las mujeres no pierden el apellido. Incluso ahora se puede elegir qué apellido va primero. Es cierto que aparece primero como Mari Gutiérrez, y que después como Juana Panza, justificándolo Cervantes, posiblemente por haberse olvidado de ese primer nombre, es preciso tener en cuenta el tamaño de la novela, más de 1000 páginas impresas, multipliquemos por cuatro las manuscritas. Lo mismo ocurre con Teresa Panza, creo yo, se olvida de que ya la bautizó como Juana Panza. Cuando se percata lleva muchas páginas escritas, entonces llega ese giro genial que le hace decir a la mujer de Sancho que su apellido es Cascajo, como Cascajo fue su padre.

 


Cuando yo escribí Los manuscritos de Teresa Panza, dos de esos reseñadores que cobran por hacer reseñas de las editoriales, o las hacen a cambio de recibir libros gratis, cometieron el error de pensar que me refería a los manuscritos de Teresa Panza, mujer de Sancho Panza, y aunque alabaron la novela, les tuve que rectificar. En mi novela la mujer de Sancho se llama Teresa Cascajo y la segunda hija de Sancho Panza, después de Sancha y Sanchico, se llama como su madre Teresa, siguiendo la tradición española sus apellidos son Panza Cascajo.

Paco Arenas, sus libros y relatos...

©Paco Arenas

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