sábado, 27 de abril de 2024

Amigo Sancho, viendo quienes están enfrente, sé dónde debemos estar...

 


 Amigo Sancho, viendo quienes están enfrente, sé dónde debemos estar... 

Alonso Quijano y Sancho Panza están escuchando las noticias que están dando en la Cadena Ser sobre la carta de Pedro Sánchez a la ciudadanía por el acoso y derribo que lleva a cabo la derecha y la extrema derecha. Esperan al bachiller y llenan su copa también.

—Alonso Quijano, tú que has devorado tantos pergaminos y conoces las letras como pocos, ¿qué parecer te merecen estos tiempos tumultuosos? —Preguntó Sancho panza a su amigo Alonso Quijano.

—Amigo Sancho, ¿por qué me interpelas sobre lo que ya sabes de sobra? —Contestó con una pregunta Alonso.

—Oh, inseparable amigo —musitó Sancho —, no me instes a replicar con otra pregunta, como haces tú, pues no soy gallego y, aunque me deleita la fruta, no trago la harina que no ha pasado por el horno y el que defrauda roba, aunque se acueste con toda la macedonia o viaje en Maserati. Y, además, me parece que entre los que ensucian sus manos en las intrigas, aunque se autodefinan Manos limpias, los embusteros y los que visten togas, están logrando que sus maquinaciones hagan que el olmo de peras…

—Así parece, pero siempre existe un manual secreto para la resistencia...—afirmó circunspecto Alonso.

—Salvo cuando la injuria toca a la familia. ¡Oh, paradoja! Si tú, que has sido mi camarada durante cuatro siglos, osaras mancillar el honor de mi amada Teresa, romperíamos lazos para siempre y te convertirías en mi más fiero adversario...

—Ni en pensamiento se te ocurra imaginar eso, amigo Sancho.  Soy tu leal amigo y jamás alzaría calumnia para despojarte de tu cargo de gobernador, pues has sido elegido por la voluntad del vulgo, y yo soy demócrata, no lo olvides.

—Ya, pero yo soy de naturaleza ácrata y tiendo a desconfiar de cualquiera que se adorne con traje y corbata, y aún menos de toga. Sé que tú guardas respeto por las leyes, mas observo que los intolerantes están logrando sus fines y eso no se halla en ningún manual de resistencia... Tú dices que confías en la Justicia Española, yo, sin embargo, de casi ningún juez de estas tierras me fío...

—Amigo Sancho, nunca ha causado asombro que la justicia se convierta en la servil fregona de los poderosos, así es en la tierra como en el cielo. Si un malhechor con influencia desea proclamar que el más virtuoso caballero es un ladrón o un hereje, no habrá magistrado ni obispo que lo exculpe, pues el poderoso se encargará de corromper a jueces, letrados y eclesiásticos para que sea sentenciado a muerte, y si contara con seguidores, los juglares y pregoneros del reino se ocuparían de difamarlo como el mayor traidor nacido de mujer. Así se nos narró a través de la historia, y así es la lúgubre realidad, tanto en la tierra como en la mar.

—Por tanto, nos hallamos en un brete y temo que lo que se cocina no presagia nada bueno para el vientre, y al final, los de siempre acabaremos pagando los platos rotos y no servirán ni para el «trencadís» de Gaudí.

—Tenlo por cierto, cuando los intolerantes, los mangantes y los magnates son derrotados en las urnas, siempre hallan ardides para regresar y denigrar a quien sea menester. Recuerda lo ocurrido en Estados Unidos y en Brasil..., si no ganan, son capaces de todo, tienen millones de maravedíes para comprar las voluntades…

—Pues estamos apañados, ¿sabes que te digo?

—Tú dirás, amigo Sancho.

—Pues que por darle en los morros a todos los miserables, lleven traje, toga, uniforme, hábito o corona, agregaría un nuevo capítulo al manual de resistencia, no vaya a ser que los sesos se nos tornen requesones. Aunque solo sea por la Salud...

—Salud que no nos falte, amigo Sancho.

—Salud y República, amigo Alonso.

—¿No eras ácrata?

—Y lo que haga falta, amigo Alonso, lo que haga falta con tal de que la mafia no se salga con la suya y como el señor bachiller no ha venido —cogió una tercera copa que permanecía en la mesa llena —, alzo su copa también y brindo a dos manos por la salud para la resistencia contra la mafia genovesa.

En esas estaban cuando entró el bachiller Carrasco con cara de pasmo.

En esas estaban cuando entró el bachiller Carrasco con cara de pasmo.

—¿Estáis tan tranquilos con la que se avecina? —dijo el bachiller a modo de saludo, quitándole su copa a Sancho.

—Si tú estarás contento, como persona de derechas que eres —le espetó Sancho, mirando de reojo a Alonso.

—Se habrá cambiado la chaqueta — dijo sarcástico Alonso.

—Claro que sigo siendo de derechas, pero viendo quienes están enfrente, sé dónde debo estar. No me gusta la fruta podrida ni tampoco los miserables... ¡Salud!

—¡Salud y República! —Contestaron a dúo Sancho y Alonso, provocando las risas del bachiller.

—¡Salud! —Chocaron sus copas los tres.


© Paco Arenas


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