miércoles, 10 de abril de 2024

«Sábete, Sancho, que no es un hombre más que otro, si no hace más que otro»

 



En un rincón de la venta, don Quijote, el cura Pedro Pérez se encontraban tomando vinos junto con el bachiller Sansón Carrasco que discutía con Sancho Panza sobre su incapacidad para leer los libros en los que ya cabalgaba:

—Es una vergüenza, Sancho, que siendo el escudero de tan ilustre caballero como Don Quijote, no sepas ni escribir tu nombre, —decía con desdén.

Sancho, sin perder la calma, respondió:

—Señor bachiller, es verdad que no sé hacer letras, ni siquiera la o con un canuto, pero sé algo muy importante que muchos letrados olvidan…

Intrigado, el bachiller preguntó:

—¿Y qué es eso tan importante?

—Sé cuándo debo labrar, cuando sembrar, cuando escardar, que racimo de uva coger, si un melón está dulce o es pepino, si va a llover o no y cómo ayudarle a mis cabras a parir, cuándo debo destetar a los cabritos... cambió por un tono sarcástico cambio —, dar consejos a los cabritos, cuando me pregunta todos los años la época en la que debe su caballo montar a la burra para que para mulas...

—En cuanto a lo primero, son cosas de simples, cualquier labriego lo hace…En lo segundo, te pediría moderación en el lenguaje, ¿tú crees que yo puedo estar pendientes de esas nimiedades?

—Pues buenos réditos saca de la venta de acémilas...

—¡Buf! Imagina que don Alonso, aquí presente, te hace gobernador de una ínsula...

—Me defendería, con gente y sin gente, y además ¿Usted lo haría? Imagine que está en la ínsula y solo y tiene un saco de cebada y medio celemín de trigo, una mula y el arado, ¿qué haría?

—Le diría a mis criados que lo hicieran…

—No tendría criados. Estaría usted solo…

—Le daría la cebada a la mula y molería el trigo...

—Se quedaría sin trigo ni cebada- Debería aparte una parte de la cebada y del trigo para sembrarla, pero en esa ínsula no llueve, ¿qué haría), ¿regaría con agua de mar?

—Vaya sandez, en las islas siempre llueve, ojalá lloviera igual aquí en Pinarejo... —continuó con tono altanero el bachiller.

—Se equivoca, señor bachiller, se moriría de hambre si alguien no le diera de comer, con todo su saber. Si el campesino no siembra y cosecha ni el rey come. Muchos de muchas letras sin inútiles para lograr el sustento, como no sea con el sudor ajeno. Me afea que no sepa escribir y no conoce la lealtad y el buen juicio —dijo Sancho. —. No necesito saber escribir para ser fiel a mi señor o para discernir lo justo de lo injusto.

—El vino siempre ayudó a decir lo que se piensa con mayor libertad —intervino el cura Pedro por primera vez, en tono malicioso —siempre que la copa no se convierta en botella....

—San Pedro Pérez fue a hablar y tiene las llaves de la bodega —replicó Sancho, aún con mayor sarcasmo —. La Iglesia siempre quiere tener la última palabra. Sepa maese Pedro, que no necesito vino para decir lo que pienso. No sabré de letras, y bien me vendría, pero hay quienes escriben cartas y no tienen palabra, y otros, de esos que los letrados llaman ignorantes, como yo, sin saber de tinta, mantienen su palabra sin mancha y hacen crecer la espiga para que el bachiller coma buen pan y usted bendiga la hostia... y los dos, beban mejor vino que yo...

—¡Descarado el labriego! —Exclamó el bachiller, buscando sentencia de don Quijote.

Don Quijote, colocándole la mano sobre el hombro a Sancho, orgulloso por sus contestaciones y sencillez, que había dado una lección de sabiduría que ningún libro podría enseñar, habló también, pero no para dar la razón al bachiller:

—Sancho, — dijo don Quijote con una sonrisa —tu ingenio supera a la erudición de muchos que se precian de sabios. La verdadera sabiduría no siempre está en los libros, sino en la honestidad y la experiencia de la vida. Has demostrado ser un escudero digno y prudente, y tu lección es un tesoro más valioso que el conocimiento de las letras. Y usted, señor bachiller, no olvide que de la cultura, la más importante es la agricultura y que ningún hombre es más que otro si no hace más que otro... No olvidéis, nobles presentes, que así como el vástago del letrado tiene el derecho a la lectura, de igual manera, el retoño del labrador ha de tener ese mismo derecho. Que no haya diferencia en el saber, pues en la igualdad de la enseñanza se halla el cimiento de la más alta justicia...


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© Paco Arenas, 7 de abril a las 00:00 horas

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