A solas el enfermo con sus calenturas
intenta imaginar quimeras imposibles,
que escapen del sueño de la razón.
No, no te equivoques,
cuando el alma deja el cuerpo
no cae al abismo del averno.
Tal vez, deliro yo,
el alma tampoco suba a los cielos.
Que buena persona, dirán
aquellos que le dieron la espalda.
Quizás, si el difunto lo mereciera,
y las autoridades no lo impidieran,
le honraran en los noticiarios, y quizás,
rotularan una
calle con su nombre.
Por supuesto, no lo olvides, los mismos
que le clavaron el puñal.
Quizás, no sé, es mucho suponer,
llegue el hijo prodigo,
la nuera o el nieto,
con ojos llorosos…
Buscando la herencia.
Todavía esté la muerte lejana,
y el muerto se ría
en la cara
de sus compungidos enterradores.
No, no lo olvides,
está en la cama del hospital,
no muerto.
©Paco Arenas
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