Poema dedicado a las mujeres que se quedaron sin voz, dirigido a las autoridades, que no ponen todos los medios para evitarlo, y se conforman con recordarlas un día al año.
Se hunde el suelo bajo mis pies,
pegándose el barro a mis sandalias,
y el miedo a mi alma.
No, no quiero saber nada,
de tus eufemismos macabros,
de tu dolor fingido.
No, no quiero ver la aurora
vestida con la gélida sonrisa
de la indiferencia.
No quiero ser una menos en mi casa.
No quiero ser una menos en mi casa.
No quiero ser una más…
en tu estadística,
tampoco un recuerdo emotivo y fingido
el veinticinco de noviembre.
Quiero correr hasta caer exhausta
tropezando con lo pliegues de mi piel,
cansada, vieja, viva.
Mírame a los ojos,
Ahora que todavía los tengo abiertos,
no te lamentes luego,
no me lleves flores al cementerio,
ni sumes una más a la lista .
©Paco Arenas
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