sábado, 24 de febrero de 2018

Entrevista de trabajo(un caso real)

La verdad sale del pozo (1898), Édouard debat-Ponsan


Este relato real como la vida misma, tuvo lugar en un país de nombre Cleptolandia,[1] donde el latrocinio por parte de los gobernantes es generalizado y donde la verdad se oculta tras burdos eufemismos.  Afortunadamente en España estas cosas no suceden, tenemos una ley laboral justa y avanzada, nuestros gobernantes y todas las instituciones del Estado, y las empresas, son un ejemplo de eficacia, honradez y dedicación a los ciudadanos, y, sobre todo, España es una país socialmente avanzado y muy democrático, no hay peligro de que estos abusos se lleven a cabo.


A continuación, el relato:

Mientras corta una cebolla Marta llora, y no es por la cebolla. Una carrera, dos masters y un sinfín de cursos y cursillos para enfrentarse a la desolación.  Le queman las palabras, la vida cotidiana, el a sus veinticuatro años sentir que tanto sacrificio no ha servido de nada. Quisiera huir de este país al que un día quiso o creyó sentirse orgullosa de pertenecer. Le sonaba como algo lejano eso que decían que los gobernantes habían robado por encima de las posibilidades del pueblo, aunque ellos dijesen que había sido el pueblo quien había vivido por encima de sus posibilidades.

Marta, echa la cebolla al aceite, está cabreada consigo misma, unas gotas de aceite caliente la saltan sobre el envés de la mano, cierra los ojos de dolor, y de inmediato pone la mano sobre el frío manar del grifo. No le duelen las quemaduras, no siente el frescor del agua, todavía tiene en mente la última entrevista de trabajo.

Tanto estudiar, tantos trabajos de becaria, ¿para qué? ¿para coger formación? Ahora comprende a su padre cuando le decía que la reforma laboral era una reforma criminal contra la gente honrada.  Estando todavía en la Universidad estuvo de becaria seis meses, trabajando como una más. Contenta, estaba aprendiendo, trabajando ocho, nueve horas y días de diez horas, no por un mísero jornal, gratis, por la comida, que hasta el transporte se tenía que pagar.

Después realizó dos masters, y multitud de cursillos.

Pago por un master, seis meses de becaria, pagar por trabajar…

—Así cojo experiencia.

Así comenzó a caminar por la calle de la frustración, de trabajo en trabajo, tampoco muchos, porque al terminar de trabajar, gratis, otro becario o becaria ocupaba su lugar. En las entrevistas de trabajo pronto decían:

—Estás sobre cualificada, ¿querrás cobrar?  Lo siento, queremos personas con las que podamos firmar convenio con la universidad…

Así una y otra vez. Se había transformado en una viajera ausente de sí misma, camino de un exilio en otros países: Inglaterra, Alemania…, cualquier sitio menos en España, donde la esperanza estaba secuestrada.

Se secó las manos, untó pomada contra las quemaduras.

—Las quemaduras es lo que menos escuecen —murmuro con rabia recordando la última entrevista:

—¿Cuántos años tienes?

—Veinticuatro.

—Pareces más joven. No sé —le dijo el  entrevistador mirándola con descaro.

—Tengo veinticuatro —insistió molesta.

—No, sí ya lo veo, ya lo veo. Eres muy guapa, supongo que tendrás pareja, novio…

—Vengo por el trabajo —cortó al entrevistador.


—Ya, ya. Pero es importante para la empresa saber esas cosas, por si te piensas quedar embarazada y tener hijos…es que, sabes, ya tienes una edad. No sé si te interesa este trabajo…—respondió altanero el entrevistador, dándose cuenta de que aquella muchacha tenía las cosas claras y no iba a entrar en su juego.

—Dígame las condiciones y ya le diré si me interesa o no el trabajo.

—No te interesan, ya te digo que no te interesan. Carrera, dos masters, inglés fluido…experiencia en el sector…

—Es lo que piden ¿no? En la convocatoria decían eso, persona cualificada…

—Sí, sí claro, pero vamos a ver, tienes casi veinticinco años, ¿querrás cobrar más de trescientos euros?

—¿Trescientos?

—Sí. Aquí lo hacemos de la siguiente manera. Seis meses de becaria o becario, a trescientos euros, si no tienes convenio con la Universidad, te podemos ofrecer un master por el que pagarías setecientos euros al mes, tendrías que pagar solo cuatrocientos. Eso sí, a los seis meses, te haríamos un contrato en prácticas de un año, cobrando setecientos euros al mes…

Marta dudo, quiso saber hasta dónde estaba dispuesto a llegar aquel malnacido.
—Bien. ¿Cuántas horas tendría que trabajar?

—¿Te interesa?

—Dígame más.

—Serían seis horas de jornada laboral, más tres o cuatro horas del master, total trabajarías unas diez horas diarias, solo pagando cuatrocientos euros al mes…

—Y luego, cobraría setecientos euros al mes durante un año. ¿Y después del año?

—Después del año, ya veríamos, si nos interesases cobrarías como una persona normal…
—¿Sí les interesase?  En año y medio podrían comprobar bien si les intereso o no ¿no?

—Debes pensar que no somos una ONG, sino una empresa. Si por el mismo trabajo podemos pagar setecientos no vamos a pagar mil cuatrocientos…sería estúpido por nuestra parte… ¿Te interesa?

Marta dudó si mandarlo a la mierda o no. Se levantó y recordó una frase que alguien escribió:

«Cuando los ladrones gobiernan, ser honrado es un delito»

Salió y miró a dos docenas de chicos y chicas esperando para ser entrevistados.

Al llegar a su casa, mientras preparaba los espaguetis con cebolla y tomate, una política que nunca había dado un palo al agua y que cobraba siete mil euros al mes por jugar al Candy Crash, vaguear y dormir la siesta en el Congreso de los diputados aconsejaba a los jóvenes que ahorrasen dos eurillos al mes para su jubilación…

La cebolla no es lo que le hizo llorar, las quemaduras no fue lo que más le escoció, fue pensar que:
«Cuando los ladrones gobiernan, ser honrado es un delito»

©Paco Arenas
©Lágrimas secas

Pintura La verdad sale del pozo (1898), Édouard debat-Ponsan

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