sábado, 6 de mayo de 2023

Gota a gota, palabra a palabra

 


 Palabra a palabra, gota a gota, se ha de trocar el miedo por dignidad,

o eso decía el caballero de la triste figura,

cuando aún creía que la justicia no era sueño,

sino empresa de hombres con lanza y corazón.

 

Hay dolores que se repiten como letanías sin fe,

historias que vuelven a ser presente

sin que las heridas hayan sido curadas

ni las lágrimas evaporadas por el sol de la memoria.

 

Esta España, que no es madre sino madrastra,

camina en círculo como galgo viejo,

persiguiendo sombras que ella misma proyecta,

olvidando que el olvido es la peor de las traiciones.

 

—¿Dónde está tu corazón, España? —preguntaría Don Quijote,

mirando al cielo como quien busca respuesta en las nubes.

¿Acaso lo escondiste en tus riñones secos,

como pozo de desierto que ya no da agua ni esperanza?

 

España, seca de alma,

momificada al sol como mojama grotesca,

que no se riega sino con cerveza de amarga cebada

y discursos que ni el cura ni el bachiller se atreven ya a bendecir.

 

—¿Estamos condenados, señor? —diría Sancho,

mientras remendaba su jubón con hilos de resignación.

—No, amigo mío —respondería el caballero—,

pero hemos de saber que la libertad no se alcanza

sin romper la estaca que nos ata desde niños.

 

Los tiranos ya no disparan balas,

solo muestran las cicatrices que dejaron,

y el pueblo, como elefante domesticado,

cree que no puede moverse,

aunque la estaca sea de madera podrida.

 

—¿Y si alguno se atreve, señor?

—Entonces, Sancho, los suyos le llamarán traidor,

le acusarán de querer pervertir el orden,

y le molerán a palos,

convenciéndole de que el castigo es por su bien.

 

Así es España,

que fue y no es,

que quiso y no se atrevió,

que soñó y luego pidió perdón por ello.

 

 

Pero aun así,

gota a gota, palabra a palabra,

habrá quien intente cambiar la forma de la maldita roca del miedo.

 

Y si alguna vez, en algún rincón de esta tierra seca,

alguien se atreve a decir que el pueblo no es culpable

por querer ser dueño de su destino,

quizá entonces,

Don Quijote vuelva a cabalgar,

y Sancho, con su refranero y su pan duro,

le siga, no por locura,

sino por dignidad.

 

Porque aunque en España hasta la esperanza

se burla de su destino,

 a veces, basta para seguir andando.

Salud para todos y República para España.

 

Paco Arenas, a 5 de mayo de 2016

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