Apenas una sonrisa
silenciosa.
La de don Alonso
Quijano.
Una maldición
murmurada
con los
labios entreabiertos
Y los
dientes apretados,
de su
escudero Sancho.
No hay
Dulcinea del Toboso,
Murmura el
caballero.
Pobre Teresa
mía,
me creía gobernador,
y traigo las
abarcas rotas
y el zurrón
vacío.
Los molinos
se tornaron gigantes,
Tan crueles
como grandes,
devorando hechizos,
cual lobos hambrientos.
Bajo el sol
de La Mancha,
derritiendo los
sesos.
Pobre
caballero.
—Escoge, Sancho,
Amigo:
Entre la
pobreza y la miseria.
Que la vergüenza
y el deshonor
es
patrimonio de caballeros.
—No, mi amo,
que no hay mayor riqueza,©
ni mayor
honor…
que cabalgar
junto a vos.
Triste está
Castilla,
Secas estas
tierras de La Mancha,
con un puñal
clavado
en lo más
profundo de la garganta.
Sin dulcineas,
ni quijotes.
Con los
sueños perdidos,
y las
realidades rotas
en cinco
pedazos.
©Paco Arenas
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