sábado, 1 de octubre de 2016

El coñac, los carajillos y boquerones más caros del mundo en el Bar Arenas de Benicalap


El coñac, el carajillo y los boquerones más caros del mundo  (Relato real)


El coñac más caro o Mascaró

Sigo con los relatos del Bar Arenas, de Benicalap-Valencia.

Los más viejos de Benicalap recordarán que frente a la fábrica de componentes eléctricos CELSA había un almacén de alquiler de sillas y mesas para eventos. El dueño, que era catalán, le gustaba el coñac Mascaró, que nosotros no teníamos ni conocíamos de su existencia. Un día, después de almorzar, coincidiendo con los almuerzos de CELSA, que era el momento más álgido de la mañana, llegó por primera vez y…

—Ponme un coñac Mascaró —pidió, el buen hombre.

— ¿El coñac más caro?  —preguntó mi hermano, que con el ruido del momento no lo oyó bien.

—Sí —contestó el hombre, que con el ruido tampoco se enteró muy bien.

Mi hermano le puso Carlos I, que estaba en la estantería más alta, puesto que nadie solía pedirlo, por lo caro que es. El hombre se lo bebió, pago lo que mi hermano le pidió y no dijo nada y se fue.

 Al día siguiente regresó media hora antes de que llegasen los trabajadores de CELSA dispuesto a deshacer el entuerto, con una botella de coñac Mascaró:

 —Esta botella os la regalo. Cuando se termine quiero tener otra de repuesto. Si hubiese querido el coñac más caro, habría pedido Peinado de 100 años.

 

 

Pidió una copa y nos dijo hasta el precio que debíamos cobrarle, que como no se lo quisimos cobrar, dejó el importe en la barra.

—Eso de propina.

Para que luego digan que los catalanes son tacaños.

 

Los boquerones más caros del mundo


Por aquel entonces no era normal en Valencia entregar tique en los bares, lo cual daba lugar a las famosas «clavadas». Nosotros veníamos de Ibiza y desde el primer momento teníamos claro que era preciso entregar tique en el momento que la cuenta pasaba de quinientas o mil pesetas (tres o seis euros). Era fácil equivocarse en la cuenta, pero así en caso de error, se podría aclarar.

Había un matrimonio que solía ir bastante por el Bar Arenas. Él se l llamaba o llama Luis, era albañil, un hombre tan grande como buena persona, trabajador y jovial. Solían pedir su ración de sepia a la plancha, salpicón y unos montaditos variados. Cuando ya habían terminado de cenar, sacamos a la barra una fuente de boquerones fritos.

—Paco, ponme media ración de boquerones. Estamos hinchados, pero he tenido el antojo, y la mujer dice que no le cabe nada.

Le puse media ración de boquerones, más bien casi entera, pero que él se los comió. A la hora de hacer la cuenta, dude que le debería cobrar, y al final, puesto que era muy buen cliente, decidí cobrarle media ración, 150 pesetas (0,90€). Sin embargo, a la hora de cobrarle el importe total subía a más de 3000 pesetas (18€) cuando lo normal que les venía costando la cena era 1500 pesetas (9€). Sin querer había apretado al botón de los dos ceros en lugar de al de un cero.  Como el bar estaba a abarrotado, el hombre calló y guardó su tique.  Al día siguiente se aclaró el asunto. Gracias a dar tique no perdimos un buen cliente, que de otro modo habríamos perdido por haberlo «clavado» involuntariamente.

 

 

Los carajillos más caros del mundo

Algo parecido a lo de los boquerones, en esta ocasión carajillos. Era un grupo grande que iba todos los viernes, de hecho, les llamábamos «Los de los viernes». No era necesario tomarles nota, siempre era lo mismo, sepia plancha, sepia rebozada, bravas, morro, salpicón, calamares y montaditos variados, la bebida variaba muy poco de un viernes a otro y los carajillos y copas tampoco. Digamos que casi la nota y la cuenta de un viernes servía para otro viernes.

El precio del carajillo, entonces, era de noventa pesetas (0,54€). También se me fue el dedo y en lugar de noventa pesetas cobré cada carajillo a 900 pesetas (5,40€).  Al igual que Luis el albañil, tampoco dijeron nada ese día; aunque no regresaron al día siguiente, sino al viernes siguiente, con su tique en la mano.  

—A ver Paco, estás novecientas pesetas por seis… ¿de qué son? Ni las gambas las cobráis tan caras…

Sabían que no había sido una «clavada», sino un error, de lo contrario no habrían regresado jamás. 

A buen seguro de esos errores, en favor y en contra los habré tenido muchas veces, pero no me he dado cuenta y si ha sido en mi contra, nadie me ha dicho nada. 

©Paco Arenas

©Historias de Benicalap

 

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