Fue un día de principios de verano, o tal vez finales de la
primavera. En la entrada a los cuartos de baño teníamos una cortina de tubillos
marrones muy cutre, que la pobre estaba pidiendo un cambio. La gente cenaba en
la calle y yo recuerdo que estaba preparando uno bocadillos en la plancha,
cuando de repente escuché un grito salido de ultratumba que provocó que
bocadillo, beicon y huevos revueltos saliesen volando hasta un lugar
indeterminado del suelo. Me giré asustado, y vi saliendo del cuarto de baño a una
joven de unos veinte años subiéndose las bragas, con la minifalda subida. Al mismo tiempo a su novio entrando desde la
calle. Dejé todo lo que tenía entre manos y acudí junto con su novio y algunos
clientes al auxilio de la muchacha, por cierto muy guapa.
— ¿Qué te ha ocurrido cariño? —Le preguntó el novio.
Cuando la muchacha fue capaz de reaccionar, tan sofocada como
estaba, señalando a los cuarto de baños:
—Hay alguien en el váter, me ha agarrado…
El novio lógicamente se enfureció y encabezó la expedición
hacía los cuartos de baño, dispuesto a dar su merecido al sinvergüenza que
había intentado agredir a su novia, provocando que por escapar no le diese
tiempo ni a subirse la bragas en condiciones. Tres o cuatro acompañamos al intrépido
capitán. Sin duda el mequetrefe estaría rodeado y no podría escapar, le íbamos a
dar la del pulpo, al menos el novio. Sin
embargo, en los cuartos de baño no había nadie, ni tampoco habría tenido
posibilidad de escapar, ya que quien conozca el bar sabe que es de todo
imposible. A todo esto la muchacha estaba bailando, a punto de orinarse encima.
—Cariño, ya puedes pasar, no hay nadie —le dijo el novio.
Yo volví a la plancha, que algunas cosas se me quemaron, y el
novio se quedó dentro del bar esperando a su novia. Al instante escuchamos de
nuevo el grito de la muchacha, saliendo con las mismas prisas que antes.
—Si es una broma, o hay una cámara oculta, ya os estáis
pasando de castaño oscuro —gritó histérica con cara de pavor.
Con el novio a la cabeza acudimos los mismos de antes, no
había nadie, ni tampoco posibilidad de escapatoria. Cogí la linterna, a pesar
de ser una tontería y enfoqué hacia todas las posibles salidas, de no ser un
ratón, imposible. Y la muchacha bailando. Encontré la solución:
—Como sois novios. Mientras que ella hace lo que tenga que
hacer, tú la esperas con la puerta abierta para que no pase nadie.
Así lo hicieron, y la muchacha por fin puro realizar la
ansiada micción. Al salir me dijo que iba a poner una reclamación porque no le habíamos
dado una solución. Y sobre todo, que no quería salir en ningún programa de
cámara oculta, porque dentro del cuarto de baño había alguien. Yo, entonces saqué conclusión que algún
porrete había alterado su visión. A pesar de todo, miré y remiré, y en una de las
ocasiones la cortina se enganchó en mi camisa, creyendo comprender lo que le
había ocurrido. Posiblemente se trataba
de las dos cosas, pero aun así, había
una tercera. Al subir a mi casa mi mujer me dijo que por la tarde emitieron una
película de serie “B”, en Antena 3, en las cuales un asesino se mimetizaba con
las paredes para agredir a sus víctimas.
Ya no hubo más fantasmas invisibles en el Bar Arenas,
visibles como en todos lados…
©Paco Arenas
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