No
debería ser necesario concienciar a nadie para que todos tuviésemos claro que
nadie, absolutamente nadie, tiene
derecho para ejercer la violencia contra otra persona, y menos si a esa persona
se supone que la amas. No hubiese querido escribir Aurora cierra los ojos, con
el que quedé segundo clasificado en Concurso de relatos contra la violencia
machista organizado por Ediciones Hades y el Ajuntament de Terrassa, mucho
menos escribir Caricias rotas. Por desgracia todo lo que se haga para
concienciar contra esa lacra es poco e insuficiente.
Lamentablemente
los actos de violencia contra la mujer, y en ocasiones directa o indirectamente
contra los hijos es algo que está sucediendo todos los días. Los maltratadores
juegan con ventaja. La ventaja de que a nadie se le pasa por la cabeza que una
persona de la que estás enamorada te pueda hacer daño. Saben provocar que la
mujer se sienta culpable de las agresiones que recibe, ya sean físicas,
verbales o en forma de humillación en el hogar o ante el de la sociedad. Lamentablemente es un patrón que se repite,
mucho más de lo deseable. Para escribir Caricias Rotas, he leído varios libros, tanto de ficción como
profesionales, uno de ellos escrito por Miguel Lorente Acosta: Mi marido me
pega lo normal, el cual recomiendo. Es un libro que recoge la psicología del
maltratador desde el inicio, aunque hay otros muchos.
Es
cierto que la sociedad está cambiando, afortunadamente, pero no es menos cierto
que todos los días mueren varias mujeres en el mundo a manos de sus maridos, novios
o amantes; e incluso de sus padres o hermanos por cuestiones de “honor de
familia”. La mayoría de esos crímenes suelen quedar impunes, por horroroso que
nos parezca. En España estamos bastantes concienciados, y a pesar de todo mueren
en torno a sesenta mujeres todos los años, y otras sufren silencio las palizas
y humillaciones hasta el fin de sus días. No son ñoñas, ni tontas, ni les gusta
que les peguen o humillen. Nadie quiere
el “castigo” por aquello que
supuestamente “hace mal” o son “culpables”. ¿Entonces por qué no
reaccionan? En muchos casos les hacen creer que merecen el castigo por no
actuar correctamente siendo merecedoras de ese correctivo; o simplemente tienen
miedo o están enamoradas, y como cualquiera de nosotros, no llegan a entender
lo que les está pasando. Cuando estas mujeres reaccionan, lo pagan con la vida.
Nadie sabe lo que sucede tras las puertas del “dulce hogar”. En ocasiones sí; sin embargo, se consideran cuestiones que pertenecen a la intimidad de
la pareja, “cosas de familia”.
Es
preciso reaccionar de manera justa, equilibrada y a la vez contundente para
ayudar a la mujer y a sus hijos si los hubiera puniendo todos los medios
necesarios para auxiliarlas y darles la protección necesaria. Al mismo tiempo resulta muy importante la labor de prevención
por medio de potenciar la educación de la ciudadanía desde la más tierna
infancia, en la escuela y en el hogar. Evitar estereotipos televisivos de famoseos, en los cuales tratan a la
mujer como ganado, un producto que se expone como una mercancía, que provocan
que ciertas actitudes parezcan de lo más normal. Perseguir los micromachismos,
y los mensajes publicitarios en los cuales la mujer parece formar parte del producto
en venta, ya sea un sofá o uno perfume.
Cuando
decidí escribir esta novela y a documentarme en varias ocasiones tuve que dejar
la tarea sin concluir, no podía seguir. Después convocaron el premio contra la
violencia machista y la resumí hasta dejarla en un relato de menos de treinta
páginas, en segundo lugar. Continuaba pensando que debería aportar algo más, y
terminar de escribir ese relato como novela. Como ya he dicho, en varias
ocasiones la he dejado de lado, precisamente por lo duro que me resulta y, por
no estar al cien por cien seguro de tener la sensibilidad que se debe tener
para desarrollar un tema como este, creo que al final lo he conseguido. He
procurado que al mismo tiempo de concienciar y entretener sea un grito a le
esperanza. Porque se puede salir de ese mundo, hay vida después del trauma que
representa una experiencia como esa, que por desgracia sufren muchas mujeres.
No he vivido esa experiencia, pero conozco
personas que sí. A raíz de salir publicado el relato Aurora cierra los ojos, algunas mujeres me narraron
sus historias. Caricias rotas es producto de enfrentarme a
esos testimonios reales de mujeres maltratadas, de leer libros para
documentarme, y de dejar en varias ocasiones la novela inconclusa por lo duro
que esos testimonios, que es mucho lo que
cuesta llevarlos a la ficción.
Podría decirse que por su crudeza, he preferido no utilizarlos de
momento, no recrearme en algo tan grave. Con Caricias rotas he procurado que
por encima de la tragedia se sepa que
hay salida; además de denunciar la violencia machista de manera contundente,
que sea un canto a la esperanza y a la felicidad, al derecho a ser feliz de
toda persona, de toda mujer.
Paco Arenas
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