Viendo este anuncio tan retrógrado y machista, posiblemente publicado
por una mente enferma, más que la mía, que ya es decir, he recordado este
viejo cuento tradicional sin ánimo de ofender a nadie, que últimamente en España solo falta
reinstaurar la Inquisición para rojos, herejes, gays, lesbianas y herejes de diversa calaña infernal...
Pero en fin, espero, que a la mayoría le haga gracia, que no sé que la tiene menos, si el chiste o el panfleto, puesto que todo el mundo tiene derecho a su propia sexualidad siempre que con ello no perjudique a nadie.
Pero en fin, espero, que a la mayoría le haga gracia, que no sé que la tiene menos, si el chiste o el panfleto, puesto que todo el mundo tiene derecho a su propia sexualidad siempre que con ello no perjudique a nadie.
Allá por los años cincuenta del pasado siglo, cerca de una
ciudad castellana se encontraba un convento en el cual las monjitas elaboraban
en su obrador las más ricas y dulces pastas que cristiano alguno ha probado
nunca. Dichas sabrosas elaboraciones las vendían a los comercios de la ciudad,
siendo ellas mismas quienes se encargaban de llevarlas en el tren de San Fernando,
un ratito a pie y otro andando, al menos una vez a la semana. Un devoto feligrés
de mucho dinero, les regaló diez bicicletas, lo cual alegró mucho a la
comunidad. Así, a ritmo de pedal, dejando el convento casi
vacío, con tan solo con las más ancianas tras sus muros, dos días en semana iban
camino de la ciudad pedaleando seis novicias y tres hermanas, yendo a la cabeza
de las cuales con gran con alegría la madre superiora, que siendo la de mayor
edad, no llegaba a los cincuenta, ponía más entusiasmo que ninguna. Todas
llevaban su correspondiente cesta con pastas monásticas para vender en los
comercios de la ciudad y al mismo tiempo regresar con ellas llanas de donaciones
de los feligreses.
Las monjas iban cantando piadosas canciones de alabanzas al
señor cada vez con mayor entusiasmo, tanto que, llegando a la ciudad, la madre
superiora frenó su bicicleta en seco, y cuando se le pasó el sofoco, se dirigió
a las hermanas y novicias de esta manera:
—Hermanas, moderación, o la próxima vez, colocamos el sillín
a las bicicletas.
©Paco Arenas
©Aroma a espliego con esencia de azafrán (Relatos narrados a
la luz de la lumbre)
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