Ver la primera luz de tu vida en
silencio, solo roto por la callada sinfonía del agua contra los cristales y el
discurrir del Huécar, debiera ser un placer que no solo los frailes de San Pablo
(ahora parador) debieran poder disfrutar.
Cuenca es el arrebol vespertino
de cualquier tarde de verano. El fresco
en la cara con aroma hierba mojada de las madrugadas de otoño. La caricia de la nieve en tu rostro al
besar los copos tus labios en invierno o
el despertar de la manzanilla, el tomillo, el romero y el espliego en la
primavera. Levantarse cerca del abismo del Huécar o el Júcar supone estar rascando el cielo con los
sentidos, al calor del hogar con el crepitar de las llamas reflejadas en el
cuerpo desnudo de la persona amada, sintiendo el frescor de la lluvia, de la
nieve al otro lado de los cristales y el fuego en tu interior.
Al nacer, al abrir los ojos por
primera vez, mirando con un solo ojo desde el abismo de la aterciopelada curva
de la teta con tus labios succionando el néctar de la vida a través de un
moreno pezón, ves otro abismo distinto que tu madre desde la ventana tras la
lluvia. Cada gota de calostro en tus
labios, de lluvia estrellándose sobre el
cristal, será un sueño por el que
tendrás que luchar paso a paso,
rompiendo abarcas, chafándote las narices
y las ilusiones tras cada tropiezo.
Te levantarás, llorarás o reirás, pero... ¡Copón! Eres el barro y sudor
de quienes tenían callos en las manos, la amenaza en la sien y la ilusión en
los ojos. No te puedes rendir. Levántate y anda ¡Copón!
Solo avanzarás si te levantas y
desafías a las piedras del camino y a los muros de los palacios. Traspasa los
umbrales de las murallas, cruza el puente de San Pablo sin miedo a que se hunda
bajo tus pies. Lucha por tus sueños y
podrás verlos avanzar, resbalar como las gotas de lluvia tras el cristal, o la
leche de la vida que mana en tu garganta a través de ese hermoso pezón que
ahora deleitas.
Avanza desde tus ojos abiertos,
de tus labios que todavía no han nombrado el ajo de Las Pedroñeras.
Saciado déjate llevar por la corriente del río, si tu madre se
asoma a la ventana para que expulses los aires. Si entonces, entre palmada y
palmada en la espalda, día tras día, año tras año, verás a tus sueños volar y
disolverse y confundirse con el agua del río.
Y un día, tus labios no querrán esa teta, y buscarán otros sueños, otros labios donde posar los besos, los sueños, que, como el agua de la lluvia tras el cristal, se resbalarán y confundirán con otras gotas, otros sueños, y se disolverán entre las aguas del Huécar, para pronto, confundirse con las del Júcar. Entonces, solo entonces, busca entre las aguas del río y los aries de Poniente y Solano, esos sueños que dejaste volar cuando el calostro era tu alimento.
La lluvia siempre es vida, la
vida es carrera hacia la meta segura de la muerte, se olvida en su camino de su
destino, por desgracia…
¿Pero eso que importa ahora? ¡Copón!
En Cuenca llueve y la lluvia es vida alegría y
tú tienes agua en el botijo y vino en el porrón. Eres barro y sudor, moldea tus
sueños, lucha vive...
Hola,Paco una historia muy buena.Todo tu blog me gusta mucho es muy interesante.
ResponderEliminarBuenas noches Liliana, Muchas gracias. Me alegra que te guste ese pequeño relato o reflexión, escrita de madrugada, y más que consideres interesante mi blog. Te invito a que sigas explorando. Un fuerte abrazo.
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