Banco perdido en un paseo de aún más perdidos pasos, en un olvidado
camino al borde del descampado, a tiro de piedra de la nostalgia, a años luz de
la juventud olvidada en una noche estrellada, cuando la fogosidad juvenil
extendía sus manos cómplices y pecadoras debajo de la ropa aflorando los
sentimientos, el “te quiero” susurrado al oído, mientras mordisqueaba la oreja
como si fuese la ambrosía celestial antes de entrar en el paraíso. Banco, viejo
banco del sentimiento de culpa, o tal vez miedo “me habré quedado preñada”. “No
Cariño, he estado atento”.
Banco viejo, perdido en la ausente senda, plagado de añoranzas más
viejas que el viejo último que se sentó en él, justo antes de romperse la
quebrada madera, donde antes habían gozado con ímpetu adolescente una pareja
enamorada. Tras las cataratas del cristalino el viejo ve alejarse a la pareja,
ella bajándose la minifalda, que apenas una hora antes le tapaba las bragas
olvidas en el banco, con la que el anciano se limpia el lagrimal. No lo hace, el aroma a juventud, sí a una olvidada
juventud, a una mujer, que el siempre vio joven y hermosa, le hace percatarse
de que no es su pañuelo de algodón que ella, su amor, le bordase con sus
tiernas manos de adolescente. Aquella adolescente que reía por todo y por,
aquella mujer que le reñía por su anárquico desorden “¡Oh dios mío, llévame con
ella! Musita olvidándose que era ateo, y es que de un tiempo a esta parte se
olvida de casi todo.
Enlaces de obras publicadas:
Enlaces Puerto Rico y Estados Unidos:
Los manuscritos de Teresa Panza- 5ª edición ampliada(Novela)
Caricias rotas (Novela)
Pisando barro, soñando palabras (Poesía)
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