miércoles, 18 de abril de 2018

Banco en el abismo de la añoranza



Banco perdido en un paseo de aún más perdidos pasos, en un olvidado camino al borde del descampado, a tiro de piedra de la nostalgia, a años luz de la juventud olvidada en una noche estrellada, cuando la fogosidad juvenil extendía sus manos cómplices y pecadoras debajo de la ropa aflorando los sentimientos, el “te quiero” susurrado al oído, mientras mordisqueaba la oreja como si fuese la ambrosía celestial antes de entrar en el paraíso. Banco, viejo banco del sentimiento de culpa, o tal vez miedo “me habré quedado preñada”. “No Cariño, he estado atento”.

Banco viejo, perdido en la ausente senda, plagado de añoranzas más viejas que el viejo último que se sentó en él, justo antes de romperse la quebrada madera, donde antes habían gozado con ímpetu adolescente una pareja enamorada. Tras las cataratas del cristalino el viejo ve alejarse a la pareja, ella bajándose la minifalda, que apenas una hora antes le tapaba las bragas olvidas en el banco, con la que el anciano se limpia el lagrimal.  No lo hace, el aroma a juventud, sí a una olvidada juventud, a una mujer, que el siempre vio joven y hermosa, le hace percatarse de que no es su pañuelo de algodón que ella, su amor, le bordase con sus tiernas manos de adolescente.   Aquella adolescente que reía por todo y por, aquella mujer que le reñía por su anárquico desorden “¡Oh dios mío, llévame con ella! Musita olvidándose que era ateo, y es que de un tiempo a esta parte se olvida de casi todo.



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