Allá por el mes de abril de 2012 abrí un tema de
conversación con la idea de recuperar en cierto modo nuestra memoria como
pueblo, rescatar vivencias, recuerdos y añoranzas, debo decir que si bien me
ayudó mucho a nivel personal fue un auténtico fracaso en él participamos solo
tres personas, José Vicente Navarro
Rubio un fuera de serie y sin duda
alguna el mejor cronista de la historia
de Pinarejo junto con Ángel Mota López, al cual no conozco. Mi amigo José Vicente: tiene el que
posiblemente sin lugar a dudas es el mejor blog dedicado a Pinarejo que existe, en el mismo podemos
encontrar la mayor información recopilada sobre Pinarejo desde el comienzo de
todos los tiempos, gran investigador,
poeta, ecologista, comprometido con los más débiles, con una conciencia social
extraordinaria y sobre todo lo más importante una gran persona, del cual tengo el placer de considerarlo mi
amigo. Su blog:
Fue un intento de ambos por recordar aquel Pinarejo del
recuerdo que nos marcó a fuego para siempre ese sentimiento de ser parte del
mismo aunque estemos lejos.
1ª Entrada Paco
Arenas, comienzan los ejercicios de memoria
Pinarejo no siempre fue un pueblo con una media de edad de
más de cincuenta años, cuando yo era crio, éramos muchos, los quintos todos los
años había como mínimo diez, era un pueblo lleno de vitalidad. Había tres o
cuatro tiendas, que yo recuerde, la de Adelaido, la del Correo y el estanco
Olegario, una central telefónica, que regentaba Puri López, familiar mía, dos o
tres herrerías, la de Martin el herrero, en la calle Cantarranas, la de
Cándido, “Candiletas”, y una tercera donde se herraban las mulas en el callejón
de las calles las Cruces, había una tahona y un horno y me suena que se vendía
pan o se cambiaban los vales del pan en ese mismo callejón de la calles las
Cruces, había una carpintería, la de Dimas, que luego se transformó en la casa
del muy apreciado por mí, taxista de Pinarejo Antonio, fallecido si no recuerdo
mal un 11 de septiembre en Requena, cuando realizaba el último de sus miles de
viajes, había modistas y peluqueras y una barbería, una posada, donde recuerdo
que en época de caza, los cazadores llegados de todas partes exhibían sus
trofeos sobre el suelo.
También el recuerdo de personas que de un modo u otro
influyeron en nosotros, nos enseñaron las primeras letras, como doña Maruja, de
la que guardo muchos recuerdos cuando era la maestra de párvulos, nacida si mal
no recuerdo en un pueblo de la serranía, llamado Mariana, Don José, del cual
apenas recuerdo su nombre, sé que fui algún mes con él manteniendo recuerdo,
pero poco, de su esposa, doña Pía, , de don Gregorio, el cura, metido después a
relojero, creo que en La Roda, del cual tengo una anécdota que le honra y que
ya contare, pero como me recuerda mi amigo José Vicente, el final de su carrera
sacerdotal fue propio de una película de Berlanga. De Gregorio, ese hombre
sabio y bueno que perdió la guerra y que enseño a leer, escribir y hacer las
“cuatro reglas”, además de impulsar el cultivo del champiñón en el pueblo y la
cooperativa del champiñón, que hizo prosperar a muchos proporcionando un medio
de vida y que lleno Pinarejo de cuevas, similares a las catacumbas romanas,
excavada a pico y pala. De Raimundo, aquel viejo anarquista que nunca lo oculto
y que le dijo a mi padre una frase en mi presencia que se me quedo grabada para
los restos, tendría unos siete años, no había cumplido los ocho cuando murió mi
padre, “Fermín, ni que mande el fascio, ni que mande el comunismo, quienes
sacaremos la basura seremos siempre los mismos”.
2ª José Vicente Navarro,
continúa ejercitando la memoria
“Continuando con tu
relato de personajes famosos, por aquella época recuerdo, aparte de otros
muchos, a Lunares y Celedonio que vivían en la calle de las Cruces; Honorio que
se vino a vivir a Valencia en compañía de la Segunda y de su marido Federico; y
de los que tu comentabas estaban, tal y como dices, Don José Olivares Martínez
y su mujer Dña Pía;el cura: el de los capones, D. Gregorio Haro Delgado.
También recuerdo dos tiendas más en el pueblo. Una de ellas era de un
matrimonio que no tenía hijos, Adelaida, estaba en el cruce de la calle Nueva
con la Plaza y había otra de telas, cerca de la calle Torrenteras que
pertenecía a Manuel Illán López, hermano de Francisco, "El Torcido",
quien regentaba un bar en la Plaza, justo al lado de donde vivía Emiliano y la
Llanos. Otros bares eran el de Florentino, luego de Paquillo en la Calle
Tercia; el de Pedro Navarro, luego de la Rubia, en la Plaza y el de Joaquín en
la Carrera.
De D. Gregorio creo que no se escapó nadie en el pueblo sin
ningún buen capón. Yo durante un cierto tiempo cuando veía en el pueblo a
alguien con una calva en el pelo bien plantada y redonda lo primero que pensaba
era que le había salido como consecuencia de un buen capón del cura. Como era
tan corpulento sus capones se convertían casi en proyectiles. De verdad que muy
mala sombra la suya y su salida del pueblo fue de película de Berlanga.
A Antonio, el taxista, lo recuerdo también con mucho cariño.
Hizo una gran labor llevando y trayendo paisanos y paisanas de unos lugares a
otros de la geografía peninsular. En su taxis se transportaba de todo, jamones,
chorizos, quesos, conejos, perdices y lo que hiciera falta”.
3ª Paco Arenas,
continuamos haciendo memoria y reconociendo errores.
Habrás observado mi error, nombro dos veces Olegario, cuando
quería decir Adelaido y el estanco de Olegario, me había olvidado de Manuel
Illán, y de todos los bares, y eso que yo fui tabernero, ignoraba también que Manuel
Illán fuese hermano del “Torcido”, lo cual provoca una coincidencia de una
primera vez, mi primera película la vi en el cine de Manuel Illán y mi primera
obra de teatro en el bar del “Torcido”, de la película solo recuerdo que era
una de época, tal vez, El Cid, pero lo sé, la obra de teatro fue “Don Juan
Tenorio”, ante las protestas de mi madre mi padre me llevo a ver “Don Juan
Tenorio” en la tele del bar, la función comenzaba a las once de la noche y por
supuesto que era la noche de Todos los Santos.
El bar de Florentino yo solo lo recuerdo cuando era ya de
Paquillo, recuerdo que allí veíamos los chiquillos una serie que daban por las
tardes sobre los tres mosqueteros, Paquillo protestaba, pero al final nos
dejaba verla y también nos dejaba coger “cajotas” del corral , que entonces
estaba enfrente. Emiliano fue concejal por el PSOE, creo que durante dos
legislaturas, antes de irse a las Pedroñeras, su hijo José Luis puede decirse
que fue de mis mejores amigos de adolescencia, un chaval fenomenal. El Hermano
de Emiliano, Juan Antonio, era el matarife del pueblo y llego a tener una
carnicería, en mi calle, La Divina Pastora, sus hijos fueron carniceros en
Ibiza y ahora, desde hace años, creo que tienen un restaurante en La Alberca.
En la plaza también había una carnicería que regentaba Heliodoro. Tengo una duda…¿Pedro Navarro y el Vivo,
eran la misma persona? Del Bar de Joaquín, regentándolo él, casi tampoco me
acuerdo, me acuerdo de ese bar cuando lo regentaban “Los Chatos”, uno de ellos,
Andrés, también muy amigo mío, creo que anda por Alicante.
A don Gregorio, el cura, le bese muchas veces la mano, le
tenía autentico pavor, pero nunca recibí un capón de sus nudillos, tal vez por
eso tengo frondosa cabellera, como digo arriba, ya contaré lo ocurrido y que
tuvo como resultado que yo no recibiera ningún capón de D. Gregorio.
Lo de Antonio el taxista, me entere por el diario Levante,
por eso recuerdo que fue un once de septiembre, mi primer viaje con él fue con
un coche negro, muy grande, creo que Mercedes, cuando todavía existían las
cuestas de Contreras.
4ª José Vicente
Navarro, un recuerdo trae otro y otro y se piden por primera vez refuerzos
Veo que vamos haciendo memoria. El corral del bar de
paquillo estaba al lado de una cueva que había enfrente del bar. Paquillo o su
mujer tenían un sobrino que había estado, creo, en la guardia personal del rey
Juan Carlos. Pedro Navarro Mota, estaba casado con la Juliana, la de los
Panchas. Su padre se llamaba Mariano y
su madre Filomena, hermanos suyos fueron La Llanos, mujer de Emiliano Lavara,
Mariano Navarro y Julián Navarro, este último muerto en un desgraciado
accidente de tráfico camino de Albacete. Heliodoro Lavara, muy buena persona,
lo recuerdo con una cicatriz en la cara, no sé si como consecuencia del
carbuco. Tenía un hijo y una hija y los hijos de su hermano José Antonio
regentan un bar en Las Pedroñeras, justo
al lado de la carretera, antes de coger el desvió que lleva a San Clemente. A
Manuel Illán lo recuerdo enjuto. Era una persona de muy buena palabras y un
comerciante de esos de coloniales. Todo muy de la época. Recuerdo de aquel cine
las letrinas que consistían en una ranura en el suelo, junto a la pared, por
donde transcurrían los meaos que se perdían por un agujero que había en la
pared. ¡Que vidas de película! y que lastima que en estos relatos no nos
acompañen otros paisanos y paisanas. Pues esta es la única forma de hacer
historia.
5ª Paco Arenas, las imágenes
y recuerdos cobran nitidez en nuestras mentes y se solicitan refuerzos por
segunda vez
Así es, el hijo de Heliodoro, se llama, también, Heliodoro,
creo que es una año mayor que yo. Yo había olvidado su cicatriz, al mencionarla
tú, lo he recordado, como dicen eso, como si lo estuviese viendo. Buena gente.
Entre mis primeros recuerdos hay uno que seguro que mucha
gente ha olvidado, yo nací y pase los primeros años en el número 1 de la Divina
Pastora, lo que se puede considerar un mirador, debajo había una cueva, que era
propiedad de quien fuese el primer alcalde de la época democrática, en el
pueblo Manolo, "Colgajo", por cierto he pensado pedir datos para
editarlo en la wiquipedia, en la cual he editado algunas cosas sobre historia,
pero no sobre Pinarejo, esa cueva tenía una especie de Chimenea de gran tamaño,
le llamaban el suspirón a sus sombra las vecinas del barrio se sentaban a coser
y a cascar cuando no tenían otra cosa mejor que hacer, que eran pocas
ocasiones. Mis hermanos dicen que es imposible que lo recuerde, porque era muy
pequeño cuando lo quitaron, es de esas imágenes que se quedan grabadas para
siempre sin saber cómo.
Al principio de la calle Cantarranas estaba la fragua de
Martín el Herrero, también se quitó cuando yo tenía unos cuatro años, sin
embargo la recuerdo, creo que porque acompañe varias veces a mi padre y me
llamaba poderosamente la atención aquella gran fuelle que tenía para avivar el
fuego, es lo único que recuerdo de la herrería.
Sería bueno que nos acompañasen otros paisanos, al fin y al
cabo nosotros somos desertores de la tierra, exiliados a tierra extraña que
echan de menos la patria perdida, que sueñan todos los días con volver, aun
sabiendo que en esa tierra idealizada serían unos extraños.
Otro día más…
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