miércoles, 19 de junio de 2013

La siega (Aquel Pinarejo del recuerdo)




cuadrilla de segadores
Después de los nueve meses de invierno, llegaban los tres de infierno - si el infierno existe posiblemente se parecería bastante a esas interminables jornadas de siega de sol a sol -  La siega en Pinarejo comenzaba antes de junio, incluso en algunos casos a principios de mayo, dependiendo del estado de la mies, si está por la climatología se había adelantado o por la necesidad de ir a echar jornales a otras tierras, cuando  las espigas cogen el color dorado que viste de amarillo las tierras de toda Castilla.    Se segaban primero las cebadas, después los trigos y centenos y por último la avena.

hoz, dediles y zoquetas

 Así como de la trilla conservo múltiples recuerdos, poco conserva mi memoria de la siega, lo más  a mi padre en los días previos  ver preparar y afilar las  hoces, comprobaba las zoquetas, los manguitos, los dediles… o a las mujeres subidas en los carros, no sé el motivo, recuerdo mujeres tapadas, totalmente con un pañuelo, siendo visibles tan solo los ojos, con los sombreros de paja, pero apenas recuerdo a los hombres, tampoco tengo recuerdos de la siega ni de haber sido testigo de tal tarea, solo lo anteriormente mencionado, los preparativos  y a mi padre y a otros hombre renegando y maldiciendo el avance de las cosechadoras que comenzaban a invadir nuestra tierra y las veían como una amenaza para los campesinos, mi padre fue uno de los últimos que utilizaron mulas para labrar, tres o cuatro años después de su prematura muerte, todas las tierras de Castilla y por descontado de La Mancha celebraba con tractores y se cosechaba con máquinas segadoras.

Haciendo los haces de mies 

Por tanto estos recuerdos, son más producto de lo que me relataba mi madre, de sus recuerdos transmitidos de manera oral.  Comenzada la siega no existían domingos ni festivos, ni casi noches, las jornadas eran de sol a sol, descansando solo “el día de los segadores”, San Pedro y san Pablo, pues era muy importante "darse aire", de la siega no se libraba nadie, participando toda la familia en la tarea, aunque yo nunca llegue a segar, por mi edad, si lo hicieron todos mis hermanos, incluso mi hermana mayor Dolores, poco más y nace segando, muy prudente ella nació el 29 de junio, “el día de los segadores”, el único día que paraban por festivo durante la siega.


Los pequeños agricultores procuraban segar cuanto antes sus cosechas para así integrarse en las distintas cuadrillas que recorrían La Mancha de un lado a otro, la expresión “ir a segar a La Mancha” lo dice todo, como si Pinarejo no formase parte de ese territorio de Castilla.  Los segadores se alojaban en casa de “los amos”  en cuadras y pajares, que recibiendo la manutención  como parte del jornal.  Era una labor muy dura, a pleno sol, sin un atisbo de sombra, ya podían dar gracias si existía algo de sombra para dejar el hato, donde se dejaba el agua, el vino, pan duro y seco, tomates, sal, aceite, tocino o lo que bien se pudiese.


 
Descansando en el hato

La ropa con la que comenzaban la siega era con la que terminaban, cuando esto sucedía los pantalones se quedaban de pie, por la mezcla del sudor y el polvo.  Del sol se protegían, hombres y mujeres con pañuelos sobreros de paja de gran tamaño.  Muchas veces me he preguntado si las personas de hoy en día seriamos capaces de tal sacrificio, y de si alguna vez seremos conscientes de la gran valía de aquellos hombres y mujeres que parecían de acero por su resistencia a pesar de todas las carencias.

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