El arado abre el corazón de la tierra,
con las manos encallecidas
y la mirada perdida en el horizonte.
La tierra espera,
la embestida del arado
sin oponer resistencia
generosa,
con húmedo sexo,
espera ser fecundada.
Crepita la sangre de mil jornaleros,
y el sudor salobre de la rabia,
bajo las pobres abarcas.
Riegan y abonan la tierra
silente que pisan.
Con una mano puesta en el arado,
y la otra alzada al cielo,
a Dios rogando,
y a veces,
con el puño apretado.
piden, gritan, exigen:
Lluvia, lluvia
en abril y mayo.
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