Begoña y Mario eran dos personas felices, de clase media acomodada. Votantes del PP, sin que, al menos ella pudiese considerarse franquista. Begoña en tan solo dos ocasiones fue infiel a sus ideales, en 1982 encandilada por Felipe González y en 2011, indignada por la vil manipulación que llevo a cabo el PP, a raíz de los atentados del 11 de marzo, en ambos casos voto al PSOE, sin que Mario llegase siquiera a sospechar nada. Católicos practicantes, amantes del orden y la decencia; sin embargo, practicaban sexo bastante más a menudo que otras parejas de su edad, por prescripción facultativa. Sí, ellos querían ser padres, y Mario descartaba cualquier otro medio reproductivo que no fuese como Dios manda, ella, estaba dispuesta a buscar otras alternativas, incluida la infidelidad, y como en política, también le fue infiel en dos ocasiones. Lo cual no la dejo embarazada tampoco y hubo de improvisar un viaje para poder descargar su alma de tan gran culpa.
Ella, junto con su hermana, regentaba una céntrica peluquería del centro de la ciudad del norte de Castilla, donde vivían. Hasta hace unos años atrás funcionaban muy bien, incluso se habían permitido contratar a tres peluqueras y una esteticien. También para así poder viajar y mantener la pasión dentro del matrimonio. No hubo rincón digno de ser visitado que del mundo que no visitasen, ni Parador Nacional u hotel importante que de España, donde no hiciesen el amor. Tenían dinero para ello, porque si ella ganaba dinero, él todavía más. Trabajaba en una caja de ahorros como interventor y estaba previsto que en un par de años lo hiciesen director.
Ya pasaban de los cincuenta, cuando tiraron la toalla, ya solo quedaba una alternativa, la adopción. En España la lista de espera era muy larga, no querían negritos, ni sudamericanos que tuviesen los rasgos pronunciados. Alguien les habló de Ucrania, donde, quería dar salidas los miles de niños que habitan sus orfanatos.
Pronto comenzaron los tediosos trámites administrativos, viajaron a Kiev, y después a la península de Crimea, conocieron a Katia, entonces con la cabeza rapada al cero, como todos los niños del orfanato. Decidieron que sería su hija, pero en ese primer viaje no la pudieron traer con ellos. El segundo viaje, les pilló el conflicto bélico en Crimea. Todo el papeleo no servía para nada, hubo de comenzar de nuevo, con las nuevas autoridades. Al final regresaron sin Katia, que se quedó llorando en el orfanato, después de estar dos meses con ellos, viviendo en un hotel de Sebastopol encariñándose con la chiquilla y ella con sus nuevos padres adoptivos. El gobierno español se negó ayudarles conminándoles a que abandonasen la zona de guerra, al tiempo que apoyaba al gobierno golpista de Ucrania.
Ya nunca regresarían a por Katia, a pesar de llegar a estar inscrita en el libro de familia, el no reconocimiento por parte del gobierno español con la recién creada República de Crimea, frustró todas las ilusiones. Un año antes la caja de ahorros donde trabajaba Mario, se había fusionado con otras cajas más importantes. La entidad resultante fue cerrando sucursales buscando la viabilidad del banco resultante. En principio a Mario lo respetaron,aunque pasó a ser un empleado corriente, con la consiguiente merma de ingresos. La ley laboral de 2012 estaba ya en vigor, y terminó siendo despedido de acuerdo a la nueva legislación. Begoña afortunadamente conservaba su peluquería, aunque cada día echaba de menos más de sus clientas habituales, por culpa de la crisis.
En el 2007, la caja de ahorros donde trabajaba Mario, fue la promotora de una urbanización de chalés en un recinto exclusivo de una urbanización de lujo, con condiciones especiales para los empleados de la entidad. Sin embargo, tras ser despedido, las condiciones cambiaron. Como entonces sus ingresos eran importantes, firmaron la hipoteca para un periodo corto en el tiempo, con cuotas muy altas. A pesar de todo, consideraron que podían asumirlo, la indemnización la utilizaron para bajar el importe y lo que quedaba pendiente podrían hacer frente en cualquier momento con una importante cantidad de dinero, que tenían invertido en acciones preferentes, que les daban excelentes dividendos.
La peluquería iba de capa caída, primero con la crisis, después con la proliferación de peluquerías chinas, una puesta justo en la esquina de enfrente de su peluquería, para terminar de dar el puntillazo, allí estaba el Gobierno, con su subida del IVA al 21%. Imposible pagar los sueldos y seguir ganando, ni despidiendo a las tres empleadas pudieron seguir. Tuvieron que cerrar, y vender el local para hacer frente a las indemnizaciones de las trabajadoras.
El subsidio de desempleo de Mario se terminaba cuando la peluquería se cerraba, fue entonces cuando solicitaron la venta de las preferentes a su, ahora banco. El director de la nueva sucursal, amigo de Mario, les dijo, que debían esperar unas semanas, que había surgido un problema.
Pero que estuviesen tranquilos, que todo estaba en orden y que como máximo en tres semanas tendrían su dinero. Entonces estalló el escándalo de la estafa de las preferentes, con La bendición de la Unión Europea y el Gobierno de España , a Begoña, a Mario y miles de personas les habían estafado aquellos en quienes más confiaban, el partido al que siempre habían votado y la entidad en la que había trabajado toda su vida. El cielo se desprendió de lo que lo mantenía en el infinito, todo se les hecho encima, fallaron en la plazos del coche, comenzaron a fallar en los plazos de alguna mensualidad de la hipoteca, a los cuales no podían hacer frente. Por primera vez, hubieron de renunciar a lo que más les gustaba, a viajar, ni siquiera en agosto.
Begoña al ser empresaria autónoma, no tenía derecho a subsidio. Los 426 euros no llegaban para los gastos ordinarios, cuanto ni más para pagar la hipoteca. Mario comenzó una batalla perdida contra la entidad que ya descaradamente hablaba de robarles su casa, también contra la estafa de las preferentes, que le había robado un dinero con el cual podría hacer frete a la hipoteca, sobrándole dinero. Mario inicio la tarea de mover hilos, diputados, concejales, empresarios, le dieron la espalda. Su amigo, de toda la vida, importante directivo de la entidad bancaria, se lo dijo claro:
—Tú ya no eres un trabajador de la casa, como cliente estás dando problemas, te apañas.
—Tengo 190,000 euros en preferentes y debo 120.000 de hipoteca, lo uno por lo otro y todos tranquilos, lo perdido, perdido está.
—No, con lo de las preferentes, de momento no puedo hacer nada, solo me permiten con los pequeños ahorradores. Con la hipoteca menos.
— ¿Ni siquiera quedándose el banco con la casa?
—Sabes que no, la deuda la seguirías teniendo.
Ni con contactos, ni sin contactos le hicieron caso, la depresión y un cáncer de pulmón acabaron con su vida, en pocos meses. Con la vida de Begoña acabaron cuando la entidad financiera que le había robado su dinero y que le tenía retenido más que debía de hipoteca, solicitó el levantamiento y ejecución del desahucio. Podía haber contactado con el PAH, ¿pero que iban a pensar sus selectos vecinos de esas amistades?
Cuando entraron los funcionarios judiciales por la puerta y le dijeron que debía abandonar su vivienda. Pidió permiso para recoger sus cosas, subió a la buhardilla y tras encaramarse en una silla se dejó caer sobre el firme del garaje, al lado de su flamante Mercedes.
Aquel mismo día, al buzón llegó una carta del consulado, comunicándoles que ya podían hacerse cargo de Katia. En un orfanato de Sebastopol una niña de cinco años quedó esperando la llegada de unos padres que la quisieran llorando desconsolada.
Agradezco a M.J.P. el haberme hecho llegar esta historia real. Los personajes han sido cambiados los nombres, y han pasado de inmediato a formar parte de esos más de 1500 asesinatos que produce el terrorismo financiero legal al año. Siendo dramático este caso, es de los menos dramáticos de cuantos ocurren en España, donde hay millones de historias para derramar lágrimas, sin necesidad de marcharse a Venezuela.
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