Él, el hijo pródigo,
regresa al lecho de su padre…
moribundo.
Siendo soberbio,
se muestra sumiso.
Le coge la mano,
le implora perdón,
finge rezar,
mientras mira el televisor.
No se percata
y grita: ¡gol!
Termina el partido,
Termina la visita
Mañana volverá
Y hablará con sensatez
de los deberes
de los buenos hijos.
De lo que se debe hacer,
de como redactar el testamento,
de los cuidados del enfermo,
y sus necesidades de cariño,
de estar bien atendido.
Se vanagloriará, el hipócrita,
de sus dotes naturales
para hacer bien las cosas.
Pero él, no hará nada.
Apelará, en su ignorancia,
a Dios y sus mandamientos,
del que ignora el cuarto.
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