Dijiste:
Nada de rutinas, exploremos la tierra. Viajamos a
América, hicimos el amor entre caimanes,
sobre una balsa en el Amazonas. Acariciando el instante por la emoción de hacerlo con los jibaros mirando
desde la orilla.
Las nieves perpetuas del Kilimanjaro derretimos con nuestra pasión,
mientras asesinaban la rutina los pigmeos con sus flechas envenenadas.
Nos detuvieron en Santa Sofía,
los guardianes de Solimán.
En la Capilla Sixtina la cúpula universal se
escandalizó de la nuestra.
En el tren disfrutamos del traqueteo, por las montañas
rocosas.
En el crucero por el Caribe del vaivén de las
olas.
Del Concorde estuvieron a punto
de tirarnos al Atlántico sin paracaídas, eran tales tus gritos que podían
provocar el vacío...
Nada de rutinas repetías una y
otra vez, pero eso ya era repetición; ya era rutina. Y al rememorarlo querías repetirlo. Entonces
hicimos lo que habíamos hecho antes. Cambiamos las posturas, las palabras, eso
sí.
Pero a la tercera vez ya no era
tan emocionante, además no nos dejaron pasar al Vaticano, y antes de entrar en
Santa Sofía, nos llevaron a la cárcel. A pesar de todo accedieron a nuestra
petición y nos dejaron estar en la misma
celda. Disfrutamos entonces de la emoción de hacerlo con pulgas y chinches saltando y chupando de nuestros cuerpos. Al
salir tuvimos la experiencia de hacerlo en la piscina del hotel. No fue
placentero, nos escocían las picaduras de los chinches y nos hacían daño en los
oídos los gritos de los testigos. Al final, con la Policía vigilando la puerta
de nuestra habitación para deportarnos,
lo hicimos en la cama. En la cama. —Oh, Dios, que placer —Dijiste — ¿ Cómo no
se nos habría ocurrido antes? Como en la
cama en ningún lado.
Quisiste repetir la experiencia
en casa, y hasta compramos un colchón viscoelástico
y otro de agua...
Hace veinte años dijiste nada de
rutinas...,hace diez que no hemos cambiado el colchón donde las rutinas de cada
día pasaron a semanales y después a mensuales y yo que al principio de hacerlo
en la cama, era una placentera experiencia...
Ahora lo único que rompe la
rutina es saber cuál es la nueva excusa
para no hacerlo ni en la cama...
Y es que claro...Dijiste que no te gustaban
las rutinas…
Un relato de Rosa Lia
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